lunes, 31 de diciembre de 2012

Nochevieja

Esta noche no me hables. Lo que me susurra el silencio es demasiado importante. Huele el miedo. Mastica el grito. Millones de seres humanos están muriendo, pero tú sólo quieres satisfacer las necesidades de tus dedos, salvar la punta de tus manos, rescatar a tus huellas dactilares. Es egoísta e injusto. Es intolerable y arbitrario, pero toca mientras yo sigo pensando en el mendigo del supermercado, en la madre de 15 años y en el cabeza de familia parado. Dicen que el amor es la solución. Sé que no es cierto, pero todo duele menos cuando me derrito entre los pliegues de tus desvelos. Poco importa la moralidad o el egocentrismo de tu insomnio. Sólo me duermo envuelta por tu apego. Pero calla. Hay verdades que aún no he oído, desgracias que aún no he visto, dramas que aún no he olido ni palpado. Toca y calla. Esta noche, sólo la "Patética" de Beethoven puede evitar que se extingan nuestras llamas.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Carne de trapo. Recuerdo de barro

Arrancas poco a poco las falanges de tus dedos, ésas que articulan el tacto de tus manos, las que descubrieron la blandura de sus labios. Luego, rellenas el flácido pellejo de serrín y gomaespuma. Carne de trapo. Recuerdo de barro.

sábado, 29 de diciembre de 2012

La grieta (I)

Sé que debería moverme, pero no lo haré. Me quedaré aquí, sola y quieta, de cara a la pared, buscando una grieta que me sirva de red.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Incendios (I)

Me rozas. Te rozo. Salta la chispa que enciende la cerilla. Arde el papel. Arde mi piel bajo tu piel. Sopla el viento. Se esparcen las cenizas. Vuelan los restos del incendio. El calor del desierto. El olor a muerto. Un Ganges infecto. Fue duro el destierro. Ya no te siento. Me pudro por dentro. Durante tres minutos tañe la campana que anuncia mi entierro. No es la primera vez que te pierdo. Camino por el sendero de fuego. Recuerdo el incendio mientras me alejo de mi error más viejo. El eterno retorno, las lágrimas, las risas, las prisas, las cortapisas de quienes revisan las vidas menos lisas. Volver a empezar. Te equivocarás. Me borrarás de tu disco duro y me sustituirás por una copia barata de Sara Carbonero en pleno beso de Iker. Me equivocarás. Me obligarás a escoger a un falso holograma de Superman y Clark Kent y cuando todas las Chicas Pantene sean incapaces de levantar lo que antes se elevaba sin pensar y ningún superhéroe pueda rescatar a quien se propuso ayudar, volveremos a incendiar nuestros cuerpos agostados, sin miedo a tener que enterrar nuestras lenguas incapaces de pronunciar un te quiero que quema arrinconado en el cielo del paladar. Ya no hay marcha atrás. O me matas o te suicidarás.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Primavera (I)

En marzo o abril vendrás a por mí, me cogerás en brazos y borrarás mi carmín. Sólo el año es incierto. La estación no puede ser otra. El viento y la lluvia te conducirán hasta aquí y juntos floreceremos como un descolorido y desubicado alhelí.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Apocalipsis (II)

Algunos creen que es mejor prever las malas noticias y que esa previsión te ayuda a afrontarlas mejor cuando finalmente tienen lugar, pero no es cierto. El anuncio de una muerte no hace que duela menos la ausencia del fallecido. La sospecha de tu adiós no evitó el derrumbamiento de mi mundo. Sabía que llegaría el día. Estaba escrito en tu mirada y en la manera en que me tocabas, pero pasaba el tiempo y continuabas a mi lado. Me repetía una y otra vez que me equivocaba, que veía fantasmas, sombras chinas, reflejos ondulantes en el agua. En el fondo, sabía que no era verdad, que la decisión estaba más que tomada y que la única indeterminación concernía al momento en el que se produciría la catástrofe. Pero esa intuición no me preparó para la punzada del armario vacío, el frío de la cama deshabitada o el silencio de una casa con un único habitante. En realidad, habría sido mejor que tu abandono me hubiera pillado de improviso, pues entonces habría sufrido una sola vez y no todos esos días que pasé a tu lado esperando a que ejecutaras la sentencia. Miro el televisor, lleno de parejas sonrientes y felices, de personas que permanecen unidas contra viento y marea, independientemente de lo mucho que el universo se esfuerce en tratar de separarlos y sé que es mentira, una gran mentira que nuestros padres nos cuentan cuando somos pequeños con la vana esperanza de que sólo lloremos cuando tengamos hambre, sed o sueño. La gente se evapora en cuanto el sol calienta más de la cuenta, huyen dejando atrás a los heridos, pisotean a los tullidos que bloquean su camino, devoran a los más débiles, se cagan en nuestros muertos, convierten las praderas en desiertos, siguen a los ciegos, entronan a los tuertos. Tiro a la papelera los noodles que me sobran. En el fondo de la basura yacen nuestras fotos, pedazos de una vida dividida por las tijeras de tus manos. Maldito Eduardo abandonado en la cima de una montaña solitaria. Vuelvo al salón y hago zapping hasta encontrar la solución, la anestesia nacional, lo único que puede hacerme olvidar, un paréntesis de 90 minutos, claramente insuficientes, pero que detienen transitoriamente la hemorragia de recuerdos. Cuando el partido termina no queda más remedio que volver la vista atrás. El futuro ya no existe.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Neguri (II)


 
Te quiero, como se quieren las cosas que no se tienen. Te bebo, como se beben las drogas que no se deben. Te lloro, como se llora el tiempo que no se detiene. Te elimino, como se eliminan las cosas que nos repelen. Te excito, como excitan las mujeres que no se tocan. Te enfado, como enfadan los niños cuando alborotan. Te engaño, como engañan las putas cuando la chupan. Huyo, como huye una presa delante de un puma. Me escondo, como se esconde la luna detrás de la bruma. Me ahogo, como se ahoga Alfonsina entre la espuma.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Apocalipsis (I)

Es por ti, pero tú no te das cuenta. Me acerco. Me alejo. Río. Lloro. Imploro piedad a un Dios que se escondió tras el ficus de tu salón. Duele. Duele mucho más de lo que debe. ¿Por qué? No lo sé. Nunca lo he sabido. Nunca lo sabré. Arde la herida. Revienta el pulmón. Si tú no haces algo, tendré que hacerlo yo. Tapona las lágrimas. Pon fin al dolor. Desentierra la risa. Crucifica el adiós. Me miras y callo. Huyo a la velocidad del rayo. Me despeño por tus costados. Fallezco entre tus manos. Es por ti. ¿No te das cuenta? Si el viernes acaba el mundo puede que se enderece mi rumbo.

martes, 18 de diciembre de 2012

Imposibilidades (VI)

Me escuecen tus células debajo de las uñas o puede que fuera al revés. No me acuerdo bien. Se me olvidó al subir al tren. El error de hacerte el amor desembocó en mil y una súplicas de perdón. No te dejé decir que no. No te di ninguna opción. No tuviste elección. Lo digo sin convicción, pero es la única forma de que vuelvas a aterrizar sobre mi colchón.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Los domingos

No tenía que haberte conocido en domingo. Los domingos siempre llevo pantalones que no me decido a tirar hasta que logro terminar de romper o reventar y camisetas pasadas de moda a las que no prendo fuego ni destierro de mi armario con la vana esperanza de que, algún día, volverán a ser lo más in del mercado. Los domingos tengo el pelo sucio y grasiento, producto de una larga noche de sábado de bar en bar y de pub en pub, de ambiente híper cargado, a pesar de la ausencia de humo. Los domingos restos de rímel coronan unas ojeras cada día más profundas y turbias, que marcan las horas insomnes de todos los fines de semana en los que no fui capaz de irme a la cama a una hora decente. Los domingos son días perdidos y aburridos, el epílogo de 48 horas lúdico festivas y el preludio de una semana de trabajo huracanado. Los domingos soy sólo un despojo de lo que puedo ser, un ser triste e inerte que vegeta en el sofá frente al televisor y cruza los dedos para que el hedor de la basura no termine de ahogar las pocas ganas que quedan de ser feliz, un animal herido que sólo sale a la calle cuando se requiere de manera imperiosa encontrar una tienda que, a pesar de abrir en festivo, no te arranque ambos riñones por su servicio de suministro de las provisiones que deben adquirirse ahora o nunca. Los domingos no estoy para nada ni para nadie, simplemente no existo. Maldita sea. No tenía que haberte conocido en domingo, pero habría sido imposible conocerte cualquier otro día.

martes, 11 de diciembre de 2012

Neguri (I)

 
 
El vaivén de las olas en tu mirada. La sal. La arena. Hace frío, pero, al mismo tiempo, hace calor, a pesar de que hoy, como ayer, no brille el sol. Mis piernas se convierten en barro al entrar en contacto con tu saliva. Sé que es sólo un recuerdo, un espejismo, un placer reflejo sin acento circunflejo. Cierro los ojos y respiro este conato de huracán que amenaza con elevarme por encima de las nubes, allí donde sólo habitan los dioses de la mitología clásica. Volver al lugar del crimen es la única manera de provocar la repetición del asesinato. Abro los ojos y miro a mi alrededor. Ningún hito marca el lugar exacto en el que yace mi cadáver. Me gustaría poder encontrarlo, recogerlo, recuperarlo, pero sé que no seré capaz de hacerlo. Mi alma enterrada bajo tierra grita. Mi cuerpo, sordo y vacío, confunde ese grito desgarrador con el graznido de las gaviotas. Lloro, pero no soy yo la que llora. Son otros los ojos que derraman mis lágrimas. El vaivén de las olas en tu mirada. La sal. La arena. Todo lo demás no es cierto.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Invierno (I)

Se helarán las puntas de tus dedos y se gangrenará el extremo más atrevido de tu lengua. Por eso no debes tocarme. Por eso no debes besarme. La hipotermia no es dulce. La muerte por congelación duele. Quien diga lo contrario es que nunca ha estado tres días perdido en el Himalaya. Pero yo sé de lo que hablo. Para sobrevivir tuve que vender mi alma al Invierno. Sólo me perdonó la vida con la condición de que le ayudara a alcanzar a quienes no aspiran a convertirse en alpinistas. Por eso pude volver de las alturas. El precio no me pareció grande. Nunca me ha gustado que nadie se me acerque demasiado. Si mantengo una distancia adecuada con el resto de mis congéneres nadie sufrirá daño. Pero ahora tú quieres saltarte la barrera y derribar la empalizada. Aprecio demasiado tu existencia como para permitir que te suicides de una forma tan absurda. Mi piel no es tan suave ni mis labios tan sabrosos como para privar al mundo del caleidoscopio de tu mirada. Aléjate. Vete de aquí. No mires atrás. Incluso verme te puede llegar a matar. Hay nieve en mis pestañas y estalactitas bajo mi párpado inferior. Si nuestros ojos se cruzan el tiempo suficiente mi hielo apagará tu fuego y solidificará tu sangre. Hazme caso. No mires atrás. Estatua de hielo. Estatua de sal.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Imposibilidades (V)

Soy un producto que no podrás vender. Úsame y tírame. A largo plazo, no te serviré. Por mucho que me entrenes, no competiré. Esto que ves no es un best seller. En el metro nadie leerá las palabras que escribí ayer. Anónima e ignorada falleceré. No te apenes. Seré lo que tenía que ser.