jueves, 28 de febrero de 2013

Derrotas (III)

Las llamadas de madrugada, los naufragios en el borde de tu cama, esta historia que no se acaba, de princesas enamoradas de ranas y de príncipes azules teñidos de grana. No me llames, no me toques, no me busques ni me encuentres. No juegues tu último as. No soportaría que, una vez más, me ganaras la partida.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Nieve (II)

Nieva. Nieva mansamente sobre Madrid y no puedo evitar pensar en ti, perdido en otras nieves menos australes, horadadas por las pezuñas de los renos, cuadriculadas por raquetas que no juegan al tenis, inmaculadas fuera del camino que recorren los más valientes, los que no sienten el frío, porque son de sangre caliente o amantes incondicionales del vodka. Entiendo que no vuelvas, igual que tú entenderás que no deje de mirar por la ventana, contemplando el suicidio colectivo de estas lágrimas heladas, calculando las horas de vida que les restan antes de que el débil sol de invierno derrita su existencia, imaginando que tú también contemplas un espectáculo similar, más frío, más animal, más ancestral. Sé que tus ojos lloran porque no saben apreciar la luz de la nieve, de este blanco nuclear que sepulta las miserias del asfalto, de este hielo que refleja el sol oculto tras el gris de las nubes. Quiero salir, dejar que los copos esculpan sobre mí una nueva forma, más rubia, más alta, más vikinga, disfrazarme para poder colarme bajo tus sábanas sin que adivines que es a mí a quien tienes entre tus brazos, que son mis muslos los que estrangulan tus caderas y mi lengua la que palpa el contorno de tus dientes; pero hay dos cosas que nunca podré ocultar. Tú eres el único que las conoces. Por eso te anhelo bajo la nieve.

domingo, 24 de febrero de 2013

Fotografías del invierno (I)


Nieve (I)

Dicen que va a nevar, pero no les creo. Levanto la vista y ni una nube forra el cielo. Más abajo, el frío no me desgarra la piel, tan sólo la araña tímidamente. En Budapest sé que es distinto. Allí sí nieva, con tanta frecuencia que el hecho de que el suelo se cubra de blanco no se convierte en fiesta nacional. A veces pienso que es una pena que una ola polar sea algo tan habitual. En otras ocasiones me doy cuenta de que sólo a bajo cero refulgirán tus ojos en todo su esplendor. Yo nunca los he visto en pleno apogeo. Por eso maldigo este azul celeste y las temperaturas positivas. Hasta que no estemos a punto de morir congelados no seré consciente de la magnitud de tu belleza.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Caídas (III)

Tropecé conmigo misma. Caí. Rodé. Sangré. Lloré. Me levanté. Volví a correr. Cerré los ojos. Apreté los dientes. Recé. Volví a caer. Esta vez no me levanté. Tampoco sangré ni lloré. Fue tu pie con el que tropecé. Lo besé. Lo lavé y desinfecté con la saliva que no tragué. Dame la mano y convénceme de que hay caminos sin piedras, aunque no los podamos ver.

martes, 19 de febrero de 2013

Agnieszka

Es un ser andrógino. Una de de esas mujeres a las que les gustaría haber nacido hombres y que no tienen miedo de ocultar la insatisfacción de su deseo. Pelo corto y engominado hacia atrás. Maquillaje estratégicamente aplicado para disimular cualquier signo de feminidad. Camisa de cuadros. Vaqueros rectos. Zapatos negros de cordones, planos y relucientes. Un redondo reloj de cuarzo desborda su minúscula muñeca. Los pendientes, cadenas y pulseras fueron hace tiempo desterrados del roce de su cuerpo. No, Agnieszka no cree en el destino. Si lo hiciera jamás habría osado moldearse a sí misma a la imagen y semejanza del yo que anida en su cabeza. Tampoco pediría siete chupitos de Żubrówka en menos de una hora ni susurraría al oído de unas piernas más largas que la Ruta 66 las excelencias amatorias de una polla que no tiene por innecesaria. Su lengua y sus dedos le bastan para que ninguna heterosexual olvide su cara. Ante la falta de carne fresca digna de mención, abandona el bar y vuelve a casa. No sirve para esperar sentada. Su novia ya está acostada. La despierta con un beso mitad cálido, mitad fresco. Esta noche es a ella a quien hará gritar de madrugada. La infidelidad queda aplazada para mañana.

lunes, 18 de febrero de 2013

sábado, 16 de febrero de 2013

Bohemia

Hoy todo me parece que está cerca menos tú. Llego pronto a mis destinos, haciendo malabares con el tiempo, manejando con gracia las pelotas de las horas, sin tirar al suelo ningún minuto; pero no acierto a calcular los kilómetros que separan nuestros cuerpos, ni los centímetros que caben entre tu alma y la mía. Creo que nos cosimos demasiado fuerte el primer día que nos vimos y ahora no logro cortar el hilo que ata los corazones que preferirían no rozarse. Demasiados inconvenientes y una única seguridad, surgida en la noche maldita en que no te pude encontrar. Mirada aquí y mirada allá. No te veo delante ni me abrazas por detrás. La decisión de que no caeré más y, un día después, vuelvo a tropezar. No sé si tus manos podrán soportar el peso de mis dudas y mi miedo bipolar, pero tu sonrisa basta para hacerme olvidar que te tengo que olvidar. Miles de ojos observan cómo desaparece la fuerza de la gravedad y floto desnuda hasta el 170 de tu portal, en una lejana calle de tu fría ciudad. Salta y me alcanzarás. Si no vuelas, me perderás. Se escucha un eco que quiebra el cristal. Mis ojos de porcelana comienzan a sangrar. Es difícil elevarme y no verte más.

viernes, 15 de febrero de 2013

El origen del bien. La fuente del mal

Eres el generador de todas mis historias, la chispa que enciende la cerilla, la luz primigenia de mil millones de universos y mundos paralelos. Pero también eres el motivo, la causa, la razón de mi falta de tiempo y ausencia de voluntad para permanecer sentada y hacerlas realidad. Eres mi ying. Eres mi yang. El origen del bien. La fuente del mal.

jueves, 14 de febrero de 2013

Canibalismos (II)

Dientes, dientes, no porque les joda, sino porque si no ven colmillo, te devoran. Enseña la encía. Haz que se rían. Fíngete ciego. A veces, lobo. Otras, cordero. Sé que piensas que está perdida la batalla, pero aunque muchos digan lo contrario, yo sé que se equivocaban los mayas. Sólo tienes que ser rápido. Correr lo suficiente como para que el apocalipsis no te alcance. Si no lo haces por ti, hazlo por mí. Sería muy triste sobrevivir si no estás aquí. Pero recuerda que no basta con no morir. Si vendemos nuestras almas ni tú ni yo podremos volver a mirarnos a la cara. Por eso es tan importante decidir a quién se ataca. Por eso hay que estar seguro de que es un demonio al que se mata. Cierra los ojos y clava la lanza. Si lo miras de frente, el mal te atrapa.

martes, 12 de febrero de 2013

El Romanticismo

Parecía un rasguño poco profundo, pero tres días después de originarse volvió a sangrar. Una enorme gota roja conquistó el níveo monte de su mano de pianista. Sin terminar de entender por qué, comenzó a tararear uno de los nocturnos de Chopin. No se molestó en desinfectar la herida. Y qué si moría a consecuencia de la septicemia provocada por los gérmenes que habitaban el filo de la hoja de papel que le hincó sus dientes mientras leía por enésima vez la rima XXI de Bécquer. Ningún fan del músico polaco y del poeta sevillano podría soñar con una muerte más romántica. Desgraciadamente, sobrevivió al minúsculo corte. Por eso se inoculó la versión más potente del bacilo de Koch. Mientras agonizaba entre toses tísicas sonrió. A veces no es tan difícil encontrar la solución.

lunes, 11 de febrero de 2013

Desencuentros (I)

Ella baja por las escaleras, mientras él sube en el ascensor. No es la primera vez que sus vidas se cruzan. En realidad, sólo coinciden bajo el edredón de los días sin sol.

domingo, 10 de febrero de 2013

Mudos (I)

Hace mucho tiempo me preguntaste por qué no podíamos estar juntos. Puede que sea demasiado tarde para contestar, pero hoy te lo diré. Nunca te podré querer de la forma en que tú me quieres a mí. Yo estoy enamorada de tus palabras, pero no de ti. Tú estás enamorado de mis silencios, pero no de mí. Si no nos hubieran cortado la lengua, quizá podríamos haber alcanzado algún tipo de equilibrio inestable. Si no fuéramos mudos, podría gritarte: ¡NO TE CALLES!

lunes, 4 de febrero de 2013

Los androides no sueñan con ovejas eléctricas, sólo las cuentan para poder dormir

Hoy me dueles tanto como ayer. Supongo que es normal. Pero ayer dura ya demasiados años, igual que el ayer de Fray Luis de León o que cualquier otro ayer inacabado, años que nunca se convierten en pasado, que no dejan que transcurra el tiempo ni cicatricen las heridas. Por eso hoy no es hoy, sino el preludio de un presente que nunca llegará, porque su llegada implicaría tu olvido y hay fragmentos de ti que nunca conseguiré borrar. Nadie me cree, pero es cierto. Tú lo sabes. Te tatuaste en mi memoria mientras dormía, trenzando tu existencia entre los hilos de mis sueños. Sólo renunciando a ellos me libraré de ti, pero el precio me parece demasiado alto. Camiseta de tirantes anchos y calzoncillos holgados, sobre un pecho puntiagudo sin sujetador y un coño cubierto de vello enfundado en braguitas rosas de algodón. Se acerca la hora de irse a la cama. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Tú dirías que sólo las cuentan para poder dormir, pero yo no soy un robot, yo caigo rendida a medianoche, como si una maza invisible golpeara mi cabeza y, en mitad de mi inconsciencia, tropiezo con las migas de pan que dejaste en mi cerebro. Por más que lo intento, no soy capaz de seguir al rastro. Creo que algún cuervo devoró las claves del reguero. Por eso no puedo encontrarte, por mucho que siga buscándote. Suena el despertador. Bostezo y te digo adiós. Un escalofrío recorre mis cervicales. Tú también te despides. El fisio no entiende mis contracturas. A mí no me apetece explicárselas. ¿Te duele igual que ayer? Sí, puede que incluso un poquito más. No lo entiendo, con las sesiones que llevamos deberías haber notado alguna mejoría. Cree que los hombres son máquinas, relojes estropeados que puedes arreglar si conoces su mecanismo. Creía que la fisioterapia no es una ciencia exacta. No, claro que no, tienes razón. Esperaremos un poco más, seguro que es sólo cuestión de tiempo. El resto del día decido contar ovejas. Me canso antes de la hora de cenar. No existen suficientes dedos en mi mente. Enciendo el televisor, pero mi cerebro no quiere ahogarse en formol. Pulso el off. Deshilacho el cojín de mi sillón. No quiero que avance el reloj. No quiero volver a sentirte bajo mi edredón. Buenos días. ¿Cuánto cobra por una lobotomía? ¿Total o parcial? Total, por favor. Necesito aprender a balar. Lo siento mucho, pero tendré que devolverle todo su dinero. Su cerebro no es como los demás, así que no sé qué parte tengo que extirpar. No pasa nada. Quítemelo entero. Será mucho más seguro para garantizar el resultado. Lo dudo. El puto neurólogo tenía razón. Al parecer le he ayudado mucho. No es en la cabeza donde residen los sueños. Tampoco las ideas ni los recuerdos. Dice que me dedicará su Premio Nobel. Creo que no termina de entender el problema. Oigo un grito. Una manada de lobos se está dando un festín. Ninguno me mira. No huelo como ellas. No pienso como ellas. No siento como ellas. No moriré como ellas. Hay una piedra afilada en el suelo. Pienso en cogerla y tratar de salvarlas. Decido que no merece la pena ensuciarme las manos. El mundo no las echará en falta. El universo no se desequilibrará por su ausencia. Oigo tu risa dentro de mí. Continúo caminando, cruzando de país en país hasta llegar al hielo del norte. Allí no hay ovejas. Tampoco lobos. Sólo pingüinos y robots, androides que no sueñan ni cuentan balidos eléctricos, porque si durmieran estarían perdiendo el tiempo y el tiempo es oro. Yo prefiero la plata. Por eso me mudo a la luna a lomos de una estrella fugaz. Al final fuiste capaz de unir todos los puntos.

domingo, 3 de febrero de 2013

El combate

Esta noche mi voz es tan ronca como la tuya. Por eso podemos pelear a vida o muerte a la luz de la luna. Dos boxeadores que se arañan y muerden tejiendo dudas. Dos gigantes enhiestos entre la bruma. La inmortalidad no reside en la ternura. Yo soy tu tumba. Tú eres mi cuna. Si no falleces, yo no dormiré. Si resucitas, despertaré. Si no exhalas tu último aliento, no derramaré mi primer llanto. Tu sangre será mi manto. Mi risa te servirá de canto. No hay vencedor. No hay vencido. Si los púgiles son nobles, ambos alzan los puños con rabia al final del combate. El laurel sólo corona a quienes, aun sin fuerzas, se levantan de la lona y luchan. Saber que, aunque lo intentes, no te rendirás es lo único que me ayuda a aguantar el temporal, a sonreír y no llorar, a nadar contra la inconmensurable fuerza del mar.