domingo, 18 de mayo de 2014

Niños perdidos que no quieren llegar a Oz. Niñas perdidas que pintan baldosas amarillas sobre el asfalto. Puede que la Alicia de Disney no llegara a despertar del sueño, sino que siga llorando en el claro de aquel bosque, sin atreverse a moverse, por miedo a que nadie sea capaz de encontrarla. Y aunque ambos volaron juntos, Wendy nunca consiguió apellidarse Pan



"No comprendo a dónde quiero ir, de dónde vengo, los planes que diseña mi cerebro".

Heridas (XII)

Tan cerca y tan lejos del desastre, acariciando el filo de la navaja hasta cortarte, convencido de que, para olvidar el escozor de una herida, sólo hay que aplicar una buena cantidad de desinfectante. Estoy cansada de ayudarte a levantarte. Poco parecen importarte las escamas que se desprenden de mi piel hasta rasgarme. Bajo tus pies, crujen mis pedazos, pero el silencio es el único eco de mis gritos y tú eres sordo al sonido del vacío. Tu pasado es una patada en la entrepierna. Mi futuro un poema emborronado por la lluvia. Las fuentes se quiebran bajo el peso de los colosos que no forman parte de la mitología griega. Sólo un gigante llora sin derramar una lágrima. Me gustaría poder decir que comparto su dolor, pero no es cierto. Por más que lo intente, nunca lograré adivinar el número exacto de astillas que se han clavado en tus sueños. Por más que trate de convencerme de lo contrario, nadie podrá extirpar los dardos que acertaron en la cerradura de mis labios. Son tus lamentos mis suspiros. Deja que los filólogos malgasten sus vidas pensando que pueden pescar una frase coherente en este embravecido mar de letras sin sentido.

martes, 13 de mayo de 2014

Envolvente (IV)

A veces desnudo mi vergüenza para desprenderme del abrigo de mi bochorno. Expongo al mundo aquello que sonroja las partes más inseguras y acomplejadas de mi mente disléxica y cruzo los dedos para que nadie se dé cuenta de lo humillantes que resultan ciertos actos, sentimientos, pensamientos y pactos. Sé que tú sí distingues la verdad oculta entre cien mentiras. Por eso permanezco vestida en tu presencia. Si me quito una sola prenda, si te enseño la millonésima parte de un centímetro cuadrado de piel, serás capaz de adivinar todas y cada una de las cicatrices de mis venas y la falta de pericia de los zurcidos de emergencia que perpetré a la luz de las velas, para evitar que se desgarraran mis arterias. Los demás no serían capaces de encontrar las marcas de mi debilidad ni con la ayuda de todos los mapas de los mejores cartógrafos del universo, aquéllos que dibujaron las líneas que unen los puntos de las constelaciones que tatúan nuestros sueños. Es difícil que un topo alcance la salida de un laberinto de hormigas sin destruir todos los túneles horadados por las negras liliputienses.

lunes, 12 de mayo de 2014

La silla vacía

Deberías haber estado allí, pero no estabas. Contemplé la silla vacía al otro lado de la mesa y traté de imaginarte sobre ella; pero, al cumplir los cuatro años, como el resto de los niños, perdí el don de otorgar corporeidad a los fantasmas. Tu ausencia es lo único que registraron mis pupilas. Como la zorra de la fábula, me dije que las uvas no estaban maduras, que no estás hecho para mí, ni yo para ti y que, seguramente, sea mejor así. Traté de culpar al destino de la imposibilidad de nuestra unión, pero era sólo un intento desesperado de evitar señalar a los auténticos culpables. La rueda de reconocimiento termina con un equívoco resultado negativo. Ninguno de los dos queremos acabar entre rejas, pero ya es hora de asumir nuestra responsabilidad y confesar el crimen. Tú no vienes a mí por miedo y no me voy de ti exactamente por la misma razón. Esta puta vida de mierda no nos separa a cada instante, sino que somos nosotros los que nos mantenemos a una distancia prudencial, tan lejos (como para no morir abrasados) y tan cerca (como para no morir congelados). Eres el acorde discordante de la sinfonía de mi vida y yo nunca he sabido muy bien lo que soy, lo que fui o lo que seré para ti; pero sí sé que tengo que dejar de contemplar la silla vacía, salvo que sea capaz de volver a tener menos de cuatro años.

domingo, 11 de mayo de 2014

Cadáveres (IX)

Hay ratas bajo mi cama, royendo poco a poco mi colchón. Algún día alcanzarán mi cuerpo y rasgarán mi carne hasta dejar al aire mis entrañas. Por eso he de levantarme y abandonar mi cuarto, salir a la intemperie y morir de frío, si no quiero fallecer víctima de la peste bubónica que se extiende a mi alrededor. Los niños lloran la podredumbre de sus madres. Los padres sollozan el envenenamiento de sus hijos. Los pechos sólo producen leche no potable. Todas las lágrimas son negras. También las mías. El veneno recorre nuestras venas y corrompe la carne hasta romper la piel. Sólo somos carroña a punto de ser devorada por las fieras. El viento sopla, pero no dispersa el olor de los cadáveres. Somos zombies putrefactos que caminan por inercia, sin orden, ni concierto, ni propósito, ni memoria. Nos extinguimos sin ser conscientes de nuestro fallecimiento y fingimos que pensamos, a pesar de haber destrozado nuestros cerebros a base de pastillas silenciadoras de ideas que nadie quiere escuchar. No hay motivos para reír. Por eso duelen tanto las carcajadas de las hienas.

viernes, 9 de mayo de 2014

Praga o La insoportable levedad del ser (I)

Las uñas rotas de arañar el vacío y la voz quebrada de vociferar tu nombre. Tu adiós es un tajo en mi garganta. La sangre borbotea sin descanso, mientras trato de calcular los segundos que me restan antes de desplomarme inerte sobre este suelo de granito. Mi cara fracturada por el golpe. Las campanas de la catedral de San Vito tañerán anunciando el funeral de nuestros sueños. Tú tan lejos y yo tan cerca de la nada, fagocitada por esta noche dilatada. Pupilas contraídas ante el exceso de luz que arrojan tus silencios. Nadie se atreve a cerrar mis párpados. Mis pestañas muerden. Suenan risas redimidas en cuanto mi féretro se pierde de vista. Un cementerio hostil. Un epitafio dislocado. Por muy hondo que lo entierres, mi cadáver seguirá tronando lágrimas de alabastro, mientras mi saliva escupe relámpagos de acero. El perdón es cosa de cobardes. La venganza, la gasolina de los valientes.

jueves, 8 de mayo de 2014

Brujas (II)

Me reconociste, pero volviste la cara hacia otro lado y seguiste caminando, bien apretado a su mano. Yo continué cantando mis desgracias inventadas, espolvoreando detalles que, dispersos, impiden adivinar qué hay de cierto en mis palabras. Dijiste que jamás volverías a leer mis metáforas lunares, tan llenas de cráteres como el satélite terrestre. Fueron tus disparos los que horadaron mi coraza, provocándome indetectables e incurables lesiones internas. Pero, aunque lo niegues, ambos sabemos que de noche te levantas de puntillas para asomarte a la ventana, añorando la cara oculta de mi alma, los secretos que sólo tú conoces, las debilidades que me hicieron más fuerte, las blasfemias que santificaron mis actos y las oraciones fragmentadas en rosarios. Aunque me ignores seguiré minando tu hígado, como un tumor maligno imposible de extirpar. La bilis amargará tu boca y sus labios, sin que ella sospeche que soy el origen de la hiel, porque ella sólo conoce el sol y la alegría bajo los que camuflas tu oscura melancolía, ella no sabe quién eres y mucho menos quién soy yo, porque ella es sólo otra ciega que cree ver, mientras que aquellos que vemos tratamos de cerrar los ojos, antes de que el horror dinamite nuestro corazón. Apaga la luz eléctrica y enciende una vela. Deja que las sombras oscurezcan la pared con su danza macabra. Nuestro amor siempre tuvo algo de aquelarre.