No puedo escribir nada sincero. La verdad es una espina de lenguado atascada entre los dientes, horadando poco a poco las encías, hasta hacer sangrar la raíz de los colmillos. Mastica. Traga. Luego, devuelve. La honestidad nunca ha sido una virtud de fácil digestión. Veo tu cara en todas partes, omnipresente aparición que, por un segundo, detiene los tartamudos latidos de mi corazón. Mis venas están vacías, sin necesidad de corte que seccione su circulación. Cierro los ojos y tus palabras adquieren forma en la pantalla de cine de mis párpados. No quiero volver a ver esta película. Todas mis lágrimas están teñidas de añil oscuro, casi negro, o negro claro, casi añil (¿aprenderemos alguna vez a modificar el orden de los factores sin que se altere el resultado?). Mejor despertar antes de que el sueño arañe las pestañas, furibundo e indeciso Morfeo, que no termina de decidir si es mejor que permanezca alerta o inconsciente. Pero mi conciencia es perezosa y engañosa, siempre presta a confundirme, ¿es esto real o imaginado?, ¿es esta electricidad reflexiva o refractaria? Irracional, en todo caso. Tratamos de comprender lo que, por naturaleza, no puede ser comprendido. Amor y muerte, muerte y amor y tantas otras cosas que orbitan en la frontera de lo imposible. Márchate antes que yo o quédate hasta mucho después de que me haya ido. Reza a quien nunca te escuchó. Tal vez, con un poco de suerte, tampoco ahora haga caso a la plegaria. Dime cómo se pierde la batalla y no me importará poner fin a esta infructuosa guerra; pero mis manos permanecen ancladas a la espada, mientras tus labios ensalzan las hazañas de Aníbal sin su Himilce. Yo también quisiera encontrar la forma de atravesar cualquier cordillera que se interpusiera en mi camino, pero, no sé por qué, los elefantes siempre me han temido. Los pies tatúan huellas en la nieve que la ventisca borrará en pocas horas, así que, antes de que sea demasiado tarde, trazo el mapa de sonidos que podrían conducirme hasta tus brazos; pero tengo miedo de levantar la tapa y que la caja de música, por primera vez, calle para siempre.
Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
jueves, 12 de mayo de 2016
jueves, 5 de mayo de 2016
Canciones de desamor a quemarropa
The Breeders es lo único que me queda de ti. Todo lo demás ya era mío antes de conocerte y seguirá siéndolo ahora que ya no estás. Poco me importa que me creas, pero necesitaba decirlo en voz alta para creerlo yo. Por un momento me engañaste, me indujiste a pensar que tú me lo habías dado todo, que sin ti jamás habría tenido cultura musical; pero es mentira, ahora lo sé. Descubrí "Popular" entre la ingente morralla de los 40 Principales, como quien encuentra una aguja en un pajar. Lo mismo me ocurrió con Weezer y con tantos y tantos otros grupos que tú creías exclusivamente tuyos, como si fuera imposible que alguien los hubiera descubierto antes de ti o sin tu ayuda. Pero yo lo hice. Poco me importa que me creas o no. Sólo me regalaste a The Breeders. Todo lo demás ya me pertenecía antes de conocerte. En cualquier caso, fue un gran regalo y te lo agradeceré siempre. Kim Deal bien merece un corazón destrozado como sacrificio. Desgraciadamente para ti y tu inconmensurable ego, el corazón se ensambló antes de un mes, hasta tal punto que ni "Blankest year" o "Buddy Holly" consiguen hoy que vuelva a sangrar la herida. ¿Por qué entonces hablo de ello?, dirás tú. Porque quiero darte las gracias por "Pod", "Last Splash" y "Title TK". El resto, todo lo malo, lo he olvidado/perdonado ya.
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