viernes, 18 de octubre de 2019

ESTO. AQUÍ.

Dejamos que se pudra, no sé si por desidia o por falta de amor. Ya sólo nos contemplamos a través del velo del pus de la mutua incomprensión. Nos regodeamos en el hedor, mientras tratamos de contener el fruto de la náusea. ¿Cómo hemos llegado a ESTO? ¿Podremos escapar de AQUÍ? Trato de salvarlo, de evitar que termine de morir; pero, a veces, sólo quiero dejarlo ir, soltar la cuerda y observar cómo la cometa asciende, liviana, hacia la nada. Ojalá fuera tan fácil. Ojalá una ráfaga de viento bastara para hacer desaparecer el recuerdo de lo que fue, el dolor de lo que es y la frustración de lo que no será. Es un octubre extraño, de hojas que no caen y abrigos que enmohecen en el armario; pero dicen que el otoño nos aguarda, agazapado, detrás de la próxima esquina. ¿Quién me abrazará cuando vuelva a desatarse el temporal? ¿Cómo hacerte volver si no has terminado de marcharte? Ya no hay formas, sólo espacios, vacíos carentes de sentido. Quisiera destruirlos, pero ¿cómo volatilizar la ausencia? Tenerte cerca me hace tanto daño como lo contrario. Por eso permanezco inmóvil, incapaz de optar por uno u otro tipo de muerte, pero también ESTO acabará matándome. Soy un esqueleto disfrazado de cuerpo en un Halloween que dura todo el año. Tú, el espectro que anima cada uno de mis huesos. Yo, la carcasa hueca huérfana de alma. Te culpo a la vez que te absuelvo. Me engaño cada vez que te creo. Arden las llamas del infierno, pero AQUÍ siempre es invierno.