Creo en las palabras que no pueden traducirse a otros idiomas, en las limitaciones del lenguaje y en la omnisciencia de los silencios. Creo en todo aquello que se siente sin poder ser explicado, en la brújula de las tripas y la corriente eléctrica que recorre mi cuerpo cuando rozas tu brazo con el mío. Creo en los nexos que subyacen entre personas que aparentan ser diametralmente diferentes, en el eco de otras vidas atronando los oídos de la presente y en la fe en un Dios que permanece oculto para comprobar la consistencia de todo aquello que custodia nuestro esternón. Creo en el arte como estado alterado de conciencia, en que no necesitas beber alcohol para estar borracho y en que no hay droga más poderosa que la falta de sueño. Creo que un solo hombre puede cambiar el mundo; pero que, probablemente, no vivirá para contemplar todas las consecuencias de sus actos. Creo en la forma en que tus labios liman las aristas del desastre, en que no conseguiremos materializar nuestros objetivos, pero sí culminar nuestra misión y en que llegará un momento en que nadie recordará nuestra existencia, salvo el aire que abrazó nuestros contornos y el mar cuya sal recrudeció nuestras heridas. Creo que hay muchas formas de morir, pero sólo una de vivir realmente. Creo en el mantra de tu risa, en el destello que alumbra tus ojos y ciega mi mente y en que nada de lo que hagamos podrá evitar que en un futuro acabemos de nuevo habitando el mismo universo paralelo. Creo que la intuición es mucho más fiable que el conocimiento, que una vez que aprietas el gatillo no hay forma de evitar la detonación, pero sí las víctimas mortales y que rendirse a los deseos y caprichos del destino es la única forma de poder ganar la partida. Creo en la música por encima de todas las cosas, en que el amor no evita nunca la desgracia, pero sí ayuda a sobrellevarla y en que quien no ha llorado alguna vez con toda su alma jamás podrá reír con todo el cuerpo. Creo que estas palabras se las llevará el viento y que, precisamente por eso, serán semilla y darán su fruto y lo que ocurra con ese fruto ya no dependerá de mí, sino de quien lo recolecte. Creo que es tan difícil como necesario mirar a la Verdad a los ojos y no retroceder ante su embate. Creo que ha llegado mi momento de dejar de salir corriendo y, no voy a mentirte, me muero de miedo, ¿pero acaso no llevo haciéndolo toda mi vida? Creo que nunca somos conscientes de la magnitud del cataclismo y de que, lo que verdaderamente nos asusta, es sobrevivir al mismo. Creo que no sabes lo mucho que te echo de menos y cuánto he aprendido a convivir con tu ausencia. Creo en las hadas que no vuelan y en las sirenas sin cola de pez. Creo que no estoy tan loca como pienso, pero sí mucho más de lo que todos adivinan. Creo que no hay finales definitivos y, por tanto, creo en la omnipotencia de los puntos suspensivos...