Nunca quise fastidiar tu fiesta con mi disfraz.
Nunca quise perturbar tu noche con mi verdad.
Las palabras se agolpan en mis labios, se atropellan y te hacen daño.
Entono la triste melodía que nunca debí inventar.
Puede que quiebres mis labios si me vuelves a besar.
O puede que lamas los restos del veneno que guardo para ti.
Ya no queda despedida ni huida que salve del naufragio los sueños infantiles, funambulistas osados que corren por los tejados de cristal de casas abandonadas, de moradas ralladas cual queso parmesano a punto de ser utilizado en la pasta al dente que navega a contracorriente en la olla hirviente del cerebro olvidado en un costado del cuerpo fatigado de la niña que persigues indolente y que te mira indiferente antes de entrar en el callejón maloliente de la puerta de atrás.
¿Te escaparás?
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