A día de hoy sigo sin tener claro si me enamoré de la NBA por la forma en la que jugaba Jordan o por la manera en la que lo narraba Montes. Lo que sí sé es que seguí viendo partidos de la supuesta mejor liga de baloncesto del mundo después de que se retirara el 23, pero cuando el bueno de Andrés se fue de Canal+ la cosa dejó de tener la poca gracia que aún conservaba. Así que tampoco sé si me aficioné a la ACB porque en España se juega al baloncesto, mientras que en EEUU sólo se corre y da saltos alrededor de un balón, o si es que los comentarios de Carnicero me resultaban tan soporíferos como la falta de juego en equipo de la que adolecen al otro lado del Atlántico. Hasta Daimiel-Crónica-en-Rosa resultaba insulso sin la compañía del hombre que lo bautizó como tal. Afortunadamente, la Sexta tuvo la inmensa sabiduría de contratar a Montes como comentarista y ahí sí que disfruté, porque ¿qué puede ser mejor que ver cómo España gana el oro en el Mundial de Japón y en el Europeo de Polonia? Oír cómo lo cuenta Andrés. Son muchos los motes geniales que nos ha dejado (Ricky Business me parece simplemente genial), pero creo que lo que lo convertía en alguien tan especial era la pasión que ponía en todo lo que hacía, desde comentar la canasta decisiva de una final hasta escoger una canción para acompañar las imágenes resumen de un partido cualquiera. Me habría encantado conocerlo y hablar con él un rato, aunque sólo fuera media hora. Lástima que ya no pueda ser. Aunque siempre nos quedarán momentos como éste:
Nunca he vivido nada igual. Lo que en EEUU no saben es que la magia de ese momento no sólo residía en Jordan, sino en un comentarista español que supo perfectamente convertir en palabras lo que los ojos de los telespectadores no eran capaces de creer.
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