lunes, 26 de diciembre de 2011

Sangre, sudor y lágrimas

La calle está empapada, pero yo no estoy mojada. La lluvia rehúye mi cara. No quiere licuar mis penas. No sabe recorrer mis venas. Mi piel es impermeable. Sólo tú sabes humedecerla. Sólo tú eres capaz de comprenderla. Los pequeños matices que la diferencian del resto de las epidermis sólo se revelan ante tus ojos, sólo se desnudan bajo tus dedos. La oscuridad no es un obstáculo para generar incendios. La cama se desarma, las sábanas se rasgan, el colchón se posa sobre el suelo y nuestras almas alzan el vuelo. Llamas enojadas devoran las mejillas encarnadas. Uñas enquistadas en la espalda equivocada. No sé rebobinar. No puedo ni quiero olvidar. No sé si fuiste un pequeño error o una gran equivocación. Te expulsaré de mi habitación. Fumigaré para eliminar tu olor. Me arrancaré la piel a tiras para exterminar tu sabor. Cerraré el balcón para no oír la vibración de tu cuerpo en ebullición, de tu sangre en evaporación, de tus ojos cegados de sudor.

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