martes, 2 de septiembre de 2025

THE END

¿Cómo acaban las películas que no acaban? ¿"Mañana" fue realmente "otro día" para Escarlata o sólo una baldosa más en su camino hacia el abismo? ¿Qué hizo Charlton Heston después de descubrir que no había viajado en el espacio, sino en el tiempo? ¿Dejó de girar la peonza de Cobb en algún momento? Trato de adivinar la respuesta a estos interrogantes, de convencerme de que ocurrió lo que me habría gustado que pasara, en lugar de lo que intuyo que sucedió; pero no logro confundir la realidad con la ilusión. Es lo malo de las buenas películas: cierran la puerta al autoengaño. Por eso soy incapaz de creer que, algún día, volverás. 

Me miro en el espejo. A falta de tierra roja de Tara, cojo un puñado de polvos de talco y juro "A Dios pongo por testigo, que jamás volveré a pasar hambre". Acto seguido, rugen mis tripas. "Isn't it ironic?", que diría Alanis Morissette, aunque el hambre de la que hablo no sea un hambre física, como la de Escarlata, ni tú seas Clark Gable, ni yo me asemeje a Vivien Leigh. 

Sacudo el blanco de mis manos y me meto en la ducha, pero no hay lugar al que huir cuando tú eres el causante de tu propia destrucción, cuando fue tu dedo el que pulsó el botón que liberó la bomba atómica, cuando la puta Estatua de la Libertad te acusa gravemente con su antorcha. Sí, yo te dejé ir o, más bien, forcé tu marcha con esa sarta de mentiras con la que tanto me costó hacerte comulgar. ¿Y ahora? ¿Cómo te convenzo de todo lo contrario? ¿Cómo coño te confronto con la verdad? 

Salgo de la ducha y suena el teléfono. Por inverosímil que parezca es tu nombre el que ilumina la vibrante pantalla. 

- ¿Sí? 

- Hola. ¿Cómo estás? Necesito verte. 

El tiempo se detiene, exactamente igual que ocurre en las películas, mientras mi pulso desbocado martillea mis sienes desde dentro (no puede ser cierto, es imposible que esto esté pasando, debo estar soñando). 

- Sí, claro, cuando quieras. 

- ¿Comemos a las 14:30 h en la cafetería de debajo de tu oficina? 

- Perfecto. Tenemos una cita. Bueno, una cita no, no quería decir eso. Tú ya me entiendes… 

- Sí, yo ya te entiendo, siempre te he entendido y siempre te entenderé – tintinean tus palabras sonrientes al otro lado de la línea. 

Las horas transcurren lentas, el trabajo pesa más que nunca y yo sólo puedo concentrarme en esta cuenta atrás que nunca termina, pero que, finalmente, concluye. Y aquí estamos tú y yo, de nuevo frente a frente, sin entender qué nos ocurre, pero sintiendo todo el amor que una vez tratamos de negarnos. 

- ¿Cómo estás? 

- Bien. ¿Y tú? 

- Bien. Imagino que te preguntarás por qué te he llamado… 

- No me importa realmente. No te haces idea de lo mucho que te he echado de menos… 

- Nunca debí dejar que me expulsaras de tu lado. 

- Ni yo mentirte para que te fueras. 

- Tenía miedo de que lo nuestro se convirtiera en algo demasiado serio, algo de lo que no pudiera escapar nunca; pero supongo que debería haber huido antes, porque, por más que lo intento, no consigo despegarme de tu recuerdo… 

- ¡Dios! ¡Es justo lo que me pasa a mí! ¡Es como si verbalizaras exactamente lo que yo siento!

Exactamente lo que yo siento… Como si verbalizaras… Por más que lo intento, no consigo despegarme de tu recuerdo… 

Miro a mi alrededor y todo parece tan real, tan jodidamente perfecto, que no necesito ninguna peonza para saber que esto es un sueño. Y vivieron felices para siempre jamás. Fundido en negro. Un enorme THE END invade la pantalla. Pero la vida es siempre la mejor de todas las películas y, como toda buena película, nunca acaba, ni siquiera cuando parece que lo hace. Mañana o pasado o dentro de varios años será otro día, un día en el que Escarlata recuperará a Rhett y los humanos volverán a dominar la Tierra y, si no es así, puede que sea porque la peonza sigue dando vueltas y no somos capaces de despertar de la pesadilla.

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