Soy como el mar: lunática e inconstante.
Vengo y voy, voy y vengo, en un continuo fluir regido por el satélite terrestre.
La marea sube. La marea baja.
Busco desesperadamente la orilla para alejarme rápidamente de ella una vez la he alcanzado.
Y, a veces, la tempestad estalla y me estrello violentamente contra las rocas de los acantilados, intentando limar sus aristas con mi fuerte oleaje.
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