Codos doloridos por golpes esquinados.
Cardenales que colorean huesos prominentes y puntiagudos.
Carreras aceleradas por pasillos interminablemente estrechos.
Gotas que se escapan de vasos rebosantes.
Manchas que estropean el reluciente parquet.
Machistas de verborrea incontenible.
Pazguatas sumisas pero cotillas.
Cielos relucientemente azules.
Hojas esmeraldas.
Rumor de plantas que susurran y se cuentan los secretos mejor guardados de las miradas soslayadas en medio del parque poco transitado.
Mano sobre mano, pie contra pie, rodillas torcidas, espaldas torsionadas, sonrisas atrapadas en seriedades impostadas.
Pensamientos hirvientes, avalancha de ideas, temores cervales, pájaros alborotados, bandadas de gansos en formación triangular, guitarras pellizcadas, monedas tintineantes, cartas clarividentes, estafadoras pudientes, ilustradores ambulantes, viejecitos renqueantes.
Autobuses que se escapan, paseos apresurados, paradas inesperadas, puertas atrapadas justo antes de cerrarse, escaleras empinadas, azoteas despejadas.
Cuentas mentales, calculadoras en huelga, cajas registradoras manuales, manivelas que accionan máquinas chirriantes, tornos que giran al revés, prohibidos no respetados.
Toses alérgicas, carraspeos nerviosos, párpados palpitantes, uñas mordidas.
Segunderos que gritan a los cuatro vientos: ¡tempus fugit!.
Listas de la compra que olvidan servilletas de papel.
Papel de cocina que limpia bocas pintadas de tomate frito.
23 jugada mágica. 23 días de lluvia. 23 años de recuerdos. 23 meses de noviazgo. 23 deseos mal formulados. 23 dudas interrogantes. 23 algodones de azúcar. 23 nubes carbonizadas.
Fin del trayecto.
Meta a la vista.
Frenazo en seco.
Coches que se cruzan en slalom.
Accidentes evitados.
Choques planeados.
Seguros insuficientes.
Primas impagadas.
Lágrimas derramadas.
Hombros consolados.
Guiños desdentados.
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