Primero reconocí tu barba, negra, descuidada, no muy poblada, casi nunca afeitada. Luego fue tu mirada, profunda, vacía, demasiado llena, plagada de pena. Pero fueron tus manos las que despejaron todas mis dudas, blancas, finas, delgadas, interminablemente largas. Enseguida supe que esos dedos conocían la combinación para abrir la caja fuerte de mi centro de levedad.
1 comentario:
Las barbas se parecen. Pero lo más difícil de olvidar son las caricias. Muy bonito texto.
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