El libro yace en el fondo de mi bolso. No me apetece abrirlo. Nada de lo que cuenta me resulta mínimamente real. Personajes impostados y sentimientos precocinados. Otro estúpido ejercicio literario sin sentido de una escritora demasiado cobarde como para rasgarse las venas ante sus lectores. Yo sólo quiero vaciarme en estas líneas y que tú te vacíes dentro de mí, pero tú ya no eres TÚ y yo sigo siendo demasiado YO para que tú puedas aproximarte mínimamente sin salir ardiendo. Puede que ése fuera el principal motivo de tu marcha. Algunos sólo queremos provocar el apocalipsis y otros moriríais por conservar intacto este hipócrita mundo de cartón piedra y plastilina. Me enamoré de un hombre roto empeñado en internalizar su hemorragia, pero la herida ha de permanecer abierta hasta que dejemos de sangrar o nuestro corazón cese de bombear oxígeno a nuestros pulmones. Tú querías una tregua y yo agotar la munición, tu pecho convertido en lienzo de mi metralla, tus ojos en laguna Estigia inundada de los cadáveres de aquellos a los que no sabremos resucitar de entre los muertos. Y quisiera destrozarte como Connor O'Malley destrozó el salón de su abuela, pero tú depones las armas y juntas las manos, ofreciendo tus muñecas a mis esposas. No, no quiero esto. Yo no hago prisioneros. Así que te dejo marchar, trocando la victoria por derrota, cincelando otra herida en mi costado, un agujero colmado de tinta, piscina de palabras puntiagudas que desgarran la carne en todas direcciones. Cuanto más me desnudo, más te vistes tú.
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