Marcos hacía más de dos meses que no pensaba en Isobel. No tardó mucho en descubrir que lo único que necesitaba para entretener su mente era un poco de ejercicio. De manera que, en cuanto tenía un amago romántico, se enfundaba el chándal y salía a correr unos kilómetros. También se había apuntado a un gimnasio, en el que hacía máquinas y kick boxing. Y los fines de semana quedaba con algunos amigos para jugar al baloncesto, al tenis, al fútbol o a lo que se terciara. Así que, entre el deporte y su trabajo, no tenía tiempo para tonterías amorosas. Y poco a poco fue recuperando su anterior vida. Volvió a salir por la noche, volvió a emborracharse y pronto volvió a acostarse con bellas y tontas desconocidas. Al fin y al cabo el sexo era también una forma de ejercicio y de distraer la mente. De hecho, no tardó demasiado en empezar a pensar que su enamoramiento de Isobel había sido un espejismo. Aún así prefirió declinar todas las invitaciones de boda que le llegaban. Sólo por si acaso.
Sí, Marcos ya no pensaba en Isobel. Por eso no estaba preparado para encontrarse con Leti y Manuel.
- ¡Hombre, Marquitos! ¡Cuánto tiempo chavalote! Estás más cachas aún, si es posible. ¿Es que nunca piensas echar barriga cervecera?
- Bueno, eso es patrimonio exclusivo de los casados como tú.
- Por cierto, que sepas que estoy muy enfadada por lo de que no vinieras a nuestra boda.
- Lo siento Leti, pero es que estoy hasta arriba de trabajo. Una mierda, vamos.
- Muy moreno y muy cachas estás tú para que me crea que te pasas el día encerrado entre cuatro paredes y currando sin parar.
- Bueno, no es que esté todo el día currando sin parar, pero ese fin de semana estaba hasta arriba.
- Excusas, excusas. Lo que te pasa es que eres alérgico a las bodas, cabrón.
- Ja,ja,ja. También puede ser, no te digo que no. ¿Y qué tal todo?
- Bien, no nos podemos quejar. A ver si por lo menos vienes un día a casa a ver las fotos.
- Tranquilos, que en cuanto tenga un hueco os llamo y me paso. Bueno ahora tengo un poco de prisa, así que tengo que irme, pero me he alegrado mucho de veros.
- Bueno tío, pues esperamos tu llamada.
- Sí, eso.
Y ya se iba cuando...
- Por cierto, tú eras amigo de Isobel, ¿no?
- ¿Isobel?
- ¿No la conocías? Me sonaba haberte visto hablando con ella en algún bodorrio.
- Sí, bueno...
- Pues la ha palmado.
- ¡¿Qué?!
- Mira que eres bruto, Manuel. Tranquilo, que no la ha palmado. Sólo está en coma.
- ¡¿Qué?!
- Al parecer la tía era bulímica o anoréxica, que nunca me entero de la diferencia. Y encima tenía una úlcera sangrante. En fin, que tuvo un fallo generalizado del sistema y se ha quedado como un vegetal. Una pena, ¡con lo mona que era la chica!
- Bueno a mí siempre me pareció que estaba demasiado delgada. Además, era un poco creída, la verdad.
- Pero...
- En todo caso es una lástima.
- Bueno, una lástima no. Que la culpa fue suya por no comer.
- Pero mujer, la anorexia es una enfermedad psíquica o algo de eso. Tampoco era culpa suya.
- Pero, ¿se recuperará?
- Lo más seguro es que no. Ahora mismo sólo está viva por la máquina a la que está conectada.
- A mí la que me da pena es su hermana Gretel, que es una chica majísima y que lo está pasando fatal. La pobre aún cree que hay esperanzas y duerme en el hospital todas las noches convencida de que Isobel despertará de un momento a otro.
El corazón de Marcos comenzó a latir demasiado deprisa, al mismo tiempo que una fuerte punzada atravesaba su pecho y el aire era incapaz de entrar en sus pulmones. ¡Dios mío! ¡Un ataque al corazón! Quizá había hecho demasiado ejercicio. Pobre Marcos, no sabía lo que era un ataque de ansiedad.
3 comentarios:
Tenías algo abandonado a Isobel y a Marcos, pero con tanto drama... Quiero más, estoy enganchada a esta pareja.
Espero que sea un ejercicio de estilo tuyo y no una historia real
Fina línea la que separa lo real de lo imaginario.
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