viernes, 24 de septiembre de 2010

Marta

El melocotón es ácido y dulce al mismo tiempo; pero, sobre todo, naranja, como un atardecer de dibujos animados, como un sol de cuento de hadas, como el jersey de Carlos el día que Marta lo conoció. Afuera llueve con fuerza y rudeza y Marta no necesita llorar, porque el cielo ya se encarga de derramar sus lágrimas. Ha sido un mal día. Otro más. Otro menos. Es tarde y debería acostarse para anestesiar su dolor existencial y su gigantesco complejo de culpa, pero sabe que el insomnio de los que no tienen la conciencia tranquila le impedirá abandonarse plácidamente en los brazos de Morfeo. Así que hace oídos sordos a la lánguida invitación de su colchón de látex y esquiva el abrazo de las sábanas. Prefiere seguir comiendo melocotones, mientras recuerda el naranja del jersey de quien seguro que no se acuerda de ella.

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