Ya no me quedan ganas de llorar en tu funeral. Me sentaré a ver cómo se marchitan las cerezas de tu rosal, mientras recojo las rosas incendiadas del llameante cerezo y sello tus labios apagados y sombríos con un último rezo. Se nos acabó el sexo y el nexo de unión entre tu parado corazón y mi desbocado jergón.
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