domingo, 30 de octubre de 2011

Adimensional

Primero se dilata su pecho. Después, sus pupilas. Luego, su vagina. Llegados a ese punto es imprescindible encontrar a alguien que la contraiga. No es fácil. Es una mujer demasiado extensa, demasiado vasta, demasiado inabarcable, totalmente infinita. En realidad, nunca ha encontrado a nadie capaz de reducirla a sus justos términos. Nadie ha sabido calcular correctamente sus dimensiones. Muchos se quedaron cortos. Otros muchos, excesivamente largos. Sólo uno la midió correctamente, pero tuvo miedo de devolverla a su auténtico ser. No se acercó, no la tocó, sólo la observó, de lejos, en la distancia, a salvo. Descifró la ecuación que explica todas sus incógnitas, pero no quiso compartir su descubrimiento con el mundo y ella nunca recuperó su tamaño primigenio. Puede que por eso no muriera nunca. No habría encajado en el ataúd originalmente diseñado para enmarcar sus restos inmortales. Él tampoco falleció nunca. No quería perderse la evolución de la mujer más involucionada del mundo.

2 comentarios:

Yeamon Kemp dijo...

La evolución de lo inalcanzable. O la cárcel de lo infinito.

moonriver dijo...

Algo así. ;)