Llámame. Necesito ver tu nombre en esta pantalla que se agota por falta de energías para arrastrarse hasta el enchufe. El tiempo corre, pero la vida se detiene. Tu recuerdo es una contractura en el lado izquierdo de mi cuello. El futuro es una fantasía que no nos atrevemos a poner en práctica. La cama cruje. El colchón me escupe hacia una nueva semana que no tengo interés en estrenar. El metro no llega. Dijeron que todo iría mejor, pero los minutos de espera aumentan, desdibujando tu recuerdo en el andén. El adiós es siempre más fuerte que la esperanza de volver a verse. Ven, susurro cada vez que la oscuridad de un túnel engulle otro vagón descarrilado. Si al menos sospecharas la verdad que se esconde en mis mentiras... Todos los latidos de mi pecho rebotan contra un muro incapaz de pronunciar una sílaba de eco. Hay mantras que ni los fantasmas osan murmurar. Tu nombre aprisionado entre mis dientes. La sombra de tus dedos cegando mis ojos. El olvido serpentea sobre el barro, pero ninguna mujer ha logrado nunca aplastar su cabeza contra el suelo. La noche apaga sus colillas contra mi espalda. El insomnio de la razón produce monstruos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario