Tanto amor en cada línea de la mano y tanto odio entre lunares enfrentados, tanta prisa, tanta calma, tantos arañazos miopes y tan pocas balas sin diana, misiles incansables, empeñados en volar nuestro mundo por los aires, explosión informe, hongo de átomos dispersos, ropa evaporada con el viento, piel desnuda, alma sedienta, dientes suicidas. Soy todo aquello que no digo, la manzana despreciada por Adán, un pecado que no tienta, porque no desafía los instintos ni constriñe la carne, sólo desata el dique del deseo, reblandeciendo entrañas, dilatando espacios. Tú finges que no sabes lo que pasa, que no tiembla la tierra bajo nuestros pies titubeantes, que no se desmoronan las certezas ni colapsan las ideas. Hay besos que se escapan sin necesidad de que nadie les abra la puerta. Tú lo sabes. Yo lo sé. Pero es mejor prolongar este silencio de alabastro veteado. Dime cómo se mata a los fantasmas. Tengo tanto miedo de convertirme en una de ellos o, peor aún, en un apéndice de ti.
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