martes, 5 de enero de 2010

Mikel

La boca le sabe a tierra y a sangre, mientras mastica la acidez de la primera debacle. El ojo derecho le palpita desacompasadamente y el izquierdo está casi seguro de que saltó de su órbita hace un rato. Estaría bien ser capaz de levantarse, pero su cara partida en mil esquirlas permanece anclada al polvoriento suelo del descampado y el resto de su vapuleado cuerpo pesa tanto que necesitaría una grúa gigantesca para elevarlo de nuevo hasta la deseable verticalidad. Le gustaría morirse si tuviera las fuerzas que se necesitan para vislumbrar un pensamiento coherente, pero Mikel sólo atisba ráfagas de lo que acaba de ocurrir y no termina de comprender qué lo ha conducido hasta aquí. Su vida se ha ido desmoronando poco a poco en los últimos meses, pero ahora es todo su ser el que se desintegra a la velocidad de la luz. Un golpe de tos y una bola de saliva teñida de grana es expulsada de su garganta. Puede que sólo sea una pesadilla. En cualquier momento, su despertador le sacará de este maldito trance y todo quedará en un mal sueño. Edurne. Edurne. Edurne. Si tan sólo pudiera extirparla de su mente... Siempre supo que aquellos embriagadores ojos verdes le conducirían a la tumba antes de tiempo, pero nunca imaginó un final tan prematuro. Desgraciadamente, comienza a recordarlo todo con claridad. El estridente sonido de la ambulancia que se apresura a recoger sus despojos le ha devuelto a la realidad de que no le cuesta respirar por las tres costillas rotas que aprisionan sus pulmones, sino porque su alma se escapa por los poros de una piel que ella nunca quiso rozar.

1 comentario:

anselmo dijo...

"su alma se escapa por los poros de una piel que ella nunca quiso rozar"
Me has dejado sin aliento. Cualquier cosa que pueda decir o comentar sonaría vacuo y vacío...así que solo releeré la entrada otra vez.