Una mirada que se aparta para no estrellarse en la mirada fugaz de quien tiene miedo de colisionar con el mar infinito de su alma gemela.
Surge la hoguera interminable de sentimientos incandescentes, inexpresados e inexpresables.
Catedrales antiguas junto a catedrales nuevas a medio derruir por guerras civiles y endogámicas.
Se acabó la esperanza de escapar del número 1.
Se acabaron las ganas de inventar existencias extraordinarias y amores ordinarios.
Se terminó la historia interrumpida por la tercera dimensión del rojo corazón extirpado al dragón herido por una bala de cañón.
Viento soleado y sol ventoso que arrastran faldas vaporosas y deshielan las corbatas a medio anudar.
Nueces de macadamia a medio digerir y frases sin repetir recogidas por un ocioso albañil.
Canciones arrítmicas dedicadas por productos en promoción de supermercados vascos en plena expansión.
Misiles a punto de disparar ataques nucleares para exterminar el rastro de meteoritos ciegos de amores siderales y estrellas polares.
Besos de despedida e insomnio sin medida.
Mareos menopáusicos y calores helados de fresa y nata.
Rojo y Blanco y Azul y Miel para formar un arco iris de 4 colores y risas tintadas de carmín y brillo afín.
Se me escapa la oportunidad de sonreír ante tu imagen de arlequín y me quedo tirada en la Plaza Mayor de mi propia traición a mi inamovible opinión.
Digan lo que digan, hay trenes binarios que se pierden una y otra vez, pero que tarde o temprano se pueden volver a coger.
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