lunes, 11 de junio de 2012

Derrotas (I)

La información más sesgada del mundo llega hasta tu oreja desde los labios más hipócritas del universo. Tú te la crees y piensas que tu mayor enemigo es tu mejor amigo, que el desinformador nato es tu íntimo confidente, que el traidor más abyecto es tu más fiel vasallo. Caminas seguro y confiado, sin pies de plomo, en línea recta y con paso firme. Te crees libre y omnipotente, victorioso general romano, emperador recién coronado, campeón invicto que jamás ha hincado la rodilla ante nada ni ante nadie. Y mientras avanzas desfilando frente a tus súbditos no puedes ver los gruesos barrotes de la cárcel móvil que te cobija, ésa que te rodea y encierra aunque te creas libre, la que enmarca una derrota que sólo tú ignoras, trampa mortal que no supiste evitar, cepo que atrapa e inutiliza tus garras de león, bozal que limita la apertura de tus fauces, correa que estrangula tu cuello cuando quieres ir demasiado lejos de ese amo que aún no reconoces como tal. Cazador cazado. Vencedor vencido. Estúpido prepotente convertido en mendigo. Cadáver herido. Casi muerto, apenas vivo.

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