sábado, 21 de marzo de 2020

Mapas (VI)

Hablo de ti. Finjo que ya no siento nada, pero no es cierto. Aún lo siento todo, aunque a veces se me olvide. Trazo mapas que no llevan a ningún lado, pero que esbozan tenuemente el infierno del que venimos. Se queman cada vez que los expongo al sol, como vampiros a los que el amanecer sorprende fuera de su ataúd. Caminos refulgentes de tinta y sangre, senderos quebrados, que nos abocan al abismo. Te niego cada amanecer que canta el gallo; pero, mientras agoniza el sol, tu sombra me abraza por la espalda hasta privarme de aliento, sembrando tinieblas sobre la soledad de mi cama, alumbrando insomnios, resquebrajando el tiempo. Recuerdo el preludio del final y también el presunto final de la agonía; pero la agonía no termina, sólo se difumina su intensidad. Habría sido hermoso, no lo que pudo haber sido, sino haber logrado aniquilar definitivamente la esperanza en esa puta remota posibilidad. Traté de hacerlo. Hundí el cuchillo en el centro del error, manó el llanto embravecido, desgarró la certeza de la ausencia, quebró el dolor cada uno de mis miedos, excepto aquéllos que te concernían. Somos un rosario de auroras abortadas, mil hectáreas de tierra inexplorada huérfana de conquistador, el cauce seco del río cuyo grito no bramó.

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