Te crees a salvo, lejos del vórtice del huracán; pero, créeme, nunca has estado tan cerca de salir volando por los aires. Duerme tranquilo, como si mi poder no habitara en tus sueños, y despierta luego sorprendido, empapado de tormenta y metáforas de hielo. Siembra espejos en los ángulos muertos de tu dormitorio y observa cómo ondulan tus convicciones más profundas. Vuelve a mí cuando todo lo demás se disuelva al entornar los párpados. Búscame en ese otro nivel de conciencia donde coincidimos por primera vez en esta enésima colisión sobre la Tierra. Sonríeme de la misma forma, incitándome a quedarme a tu lado para siempre (también cuando tus demonios intenten conquistar tu alma y debas bajar a los infiernos para rescatarte). Mira atrás. Recuerda el camino que pavimentaste con tus versos y luego elige cuál es el sendero que te conducirá a la transcendencia, la locura que rescatará tu nombre del olvido, el corazón que sangrará junto a tu cuerpo cuando el tuyo extinga sus latidos. No es fácil no convertirse en piedra al mirar frente a frente a la Medusa.
Paranoias de una lunática
Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
domingo, 27 de octubre de 2024
martes, 1 de octubre de 2024
Agosto (V)
Lisboa se vuelve a agitar. Hay quien dice que es el preludio de lo que vendrá, pero a mí me parece un eco del apocalipsis de mediados del siglo XVIII. No me hagáis caso. Yo siempre busco el origen del desastre, el epicentro del horror, la génesis del cataclismo. Ya no me preocupa lo que vendrá, pero sigo obsesionada con lo que fue sin que nadie lo contara, los detalles que todos pasaron por alto, el ángulo que ninguna vela se atrevió a alumbrar. Buceo en todo aquello que no nos decimos, remuevo el limo de las profundidades abisales de tu corazón y, cuando los monstruos marinos amenazan con triturarme entre sus fauces, entiendo que yo nací para inmolarme y tú para salvarme de morir ahogada. Sí, tú eres oxígeno, aire sin mácula, tritón de tierra firme. ¿Y yo? Cuerpo sin instrucciones ni medidas de seguridad, lava atragantada en la boca del volcán, embriaguez inerte, incapaz de intoxicar la sangre y nublar el aliento. No, no tengo excusa ni propósito de enmienda: siempre estoy serena cuando me extasío. Por eso resulta tan difícil vallar mi mente y embridar mi ímpetu, esta energía que se condensa esféricamente en la palma de mis manos, que crece a cada paso que palpito y que, cuando menos lo esperemos, estallará, asolándolo todo a su paso. Tranquilo. Para construir un nuevo mundo es necesario destruir el previo. No, tienes razón. Yo no quiero crear nada. Sólo aspiro a conservar lo viejo, esa humanidad prehistórica que otros atacan con denuedo, porque saben que en ella reside la verdad, todo lo que perdimos tras el fuego. Así que deja que tiemble Lisboa, que se resquebraje el suelo que sostiene nuestros miedos y se desparramen las entrañas de la Tierra. Sumérgete en el caos ardiente de un apocalipsis en plena ebullición. Desbroza todo lo superfluo y fúndete en el núcleo. Y, entonces, VIVE.
miércoles, 18 de septiembre de 2024
Surrender to the flood
La herida abierta, manando sangre de manera inveterada, dejando mi corazón exangüe, enorme cereza deshidratada por la falta de amor y el exceso de miedo. No sé cómo liberarme de este dolor propio y ajeno, que hinca sus garras en el centro de mi plexo solar, horadando la carne hasta taladrar el hueso, esculpiendo alfabetos tan pretéritos como futuros, salmos profanos que recito las noches de luna llena, que abren portales a otros mundos, proyectando en las pantallas de mis párpados los sueños del Universo. Necesito detener este torrente de imágenes confusas, de recuerdos y premoniciones de origen y destino indeterminado; pero la única forma de sobrevivir a un tsunami es cerrar los ojos y entregarse a él, dejar que la marea posea tu cuerpo e inunde tus pulmones, morir a cada bocanada de agua y resucitar cuando el océano te escupa a tierra. Rezar para que todo acabe lo antes posible, sabiendo que nada terminará antes de tiempo. Recuperar el Norte en el medio del caos, convertir la incertidumbre en hogar y habitar la duda como única certeza. Y aceptar que sólo somos el producto de la imaginación de los dioses del Olimpo, peones en el tablero de juego de una Inteligencia Superior, fantasmas que se aferran a las sombras de sus cuerpos.
domingo, 11 de agosto de 2024
Junio (I)
No hay verano, sólo lluvia y piel irritada por la falta de sol. Echo de menos el sudor resbalando por mi espalda, borrando las huellas de tu mano acariciando mi columna vertebral, las yagas del deseo fundiendo la carne. No, nunca estoy plenamente presente en el lugar en que fallezco, mi mente en la esquina del ring, acorralada por realidades que me escupen su verdad a la cara. Veo todo lo que fue, todo lo que es y todo lo que podría llegar a ser, especialmente la luz que la tiniebla no logra ahogar. Soy libre a pesar de mis cadenas, del acero autoimpuesto por mi miedo; porque, si yo soy producto de mí misma, en cualquier momento puedo mutarme en alguien nuevo. Rasco el picor de aquello que me lastra. No cuento las células que fallecen en este gesto. Son demasiadas, pero aún no suficientes. Despierto en camas que no reconozco, atosigada por pesadillas que, como yo, proceden de otros mundos. Te echo de menos, de esa forma animal que sólo las ánimas primigenias somos capaces de entender. Grito en mitad de la noche, con los labios bien apretados, y sé que, de alguna forma, tú me escuchas; pero no me basta, nada nunca es capaz de colmar mi anhelo. Transcribo el desastre al borde del abismo, sin asomo de vértigo, y me río ante la imposibilidad de traducir a otros idiomas todas las implicaciones de esta frase. Disparo. Pero tú esquivas la bala y yo aplaudo la postergación del impacto que dinamitará nuestros mundos por los aires. Somos proyectos de cadáveres, esqueletos que se ocultan bajo varios kilos de carne, muertos que fingen estar vivos para no asumir la eternidad del fuego que bombea sus ideas. Te espero al final del mes y principio del verano; pero no hay verano, sólo lluvia y prórroga de la deflagración.
lunes, 8 de julio de 2024
LNDN
Ya no estás aquí. Tu sombra no me roe los tobillos cuando mis pies trazan eses
por el Soho. No hay dolor, ni siquiera nostalgia; sólo un atisbo de tristeza por
lo que fue sin ser por miedo a lo que podría ser. ¿Cuántas vidas han pasado
desde entonces? ¿Cuántas veces he muerto en otros escenarios? ¿Cuántas pintas
han sido necesarias para despegar tu silueta de mi cuerpo? Te odié durante tanto
tiempo que aún no entiendo cómo he logrado finalmente perdonarnos. No hay
absolución sin purgatorio y ambos hemos pasado tanto tiempo en el infierno... Te
ensueño en la distancia, sabiendo que tu fantasma ya no puede engullirme de un
bocado, porque los fantasmas no tienen más poder que el que nuestra mente les
otorga y mi cerebro hace mucho que fue aniquilado por mis tripas (Dios salve la
omnipotencia de las vísceras). ¿Ves? La sangre sigue salpicando mis palabras,
pero ya no me asusta mancharme las manos ni teñir de grana mis labios. ¿Tú
también continúas apuñalando versos bajo la lluvia de un verano que nunca ha
sido merecedor de tal nombre? Se me olvidaba. Tú no eres poeta sino idiota y yo
no sé rimar tanta ponzoña; porque, por mucho que trate de negarlo, aún hay
veneno navegando los canales de mis venas. Pero no, tú ya no estás aquí y eso me
permite respirar las calles libres de tu imagen, bailar sin miedo a profanar tu
recuerdo, tirarme al suelo y morir sin freno. Porque esta ciudad vuelve a ser
plenamente mía y yo de ella y sólo sus cuervos pueden graznar toda mi verdad.
martes, 11 de junio de 2024
Mi credo
Creo en las palabras que no pueden traducirse a otros idiomas, en las limitaciones del lenguaje y en la omnisciencia de los silencios. Creo en todo aquello que se siente sin poder ser explicado, en la brújula de las tripas y la corriente eléctrica que recorre mi cuerpo cuando rozas tu brazo con el mío. Creo en los nexos que subyacen entre personas que aparentan ser diametralmente diferentes, en el eco de otras vidas atronando los oídos de la presente y en la fe en un Dios que permanece oculto para comprobar la consistencia de todo aquello que custodia nuestro esternón. Creo en el arte como estado alterado de conciencia, en que no necesitas beber alcohol para estar borracho y en que no hay droga más poderosa que la falta de sueño. Creo que un solo hombre puede cambiar el mundo; pero que, probablemente, no vivirá para contemplar todas las consecuencias de sus actos. Creo en la forma en que tus labios liman las aristas del desastre, en que no conseguiremos materializar nuestros objetivos, pero sí culminar nuestra misión y en que llegará un momento en que nadie recordará nuestra existencia, salvo el aire que abrazó nuestros contornos y el mar cuya sal recrudeció nuestras heridas. Creo que hay muchas formas de morir, pero sólo una de vivir realmente. Creo en el mantra de tu risa, en el destello que alumbra tus ojos y ciega mi mente y en que nada de lo que hagamos podrá evitar que en un futuro acabemos de nuevo habitando el mismo universo paralelo. Creo que la intuición es mucho más fiable que el conocimiento, que una vez que aprietas el gatillo no hay forma de evitar la detonación, pero sí las víctimas mortales y que rendirse a los deseos y caprichos del destino es la única forma de poder ganar la partida. Creo en la música por encima de todas las cosas, en que el amor no evita nunca la desgracia, pero sí ayuda a sobrellevarla y en que quien no ha llorado alguna vez con toda su alma jamás podrá reír con todo el cuerpo. Creo que estas palabras se las llevará el viento y que, precisamente por eso, serán semilla y darán su fruto y lo que ocurra con ese fruto ya no dependerá de mí, sino de quien lo recolecte. Creo que es tan difícil como necesario mirar a la Verdad a los ojos y no retroceder ante su embate. Creo que ha llegado mi momento de dejar de salir corriendo y, no voy a mentirte, me muero de miedo, ¿pero acaso no llevo haciéndolo toda mi vida? Creo que nunca somos conscientes de la magnitud del cataclismo y de que, lo que verdaderamente nos asusta, es sobrevivir al mismo. Creo que no sabes lo mucho que te echo de menos y cuánto he aprendido a convivir con tu ausencia. Creo en las hadas que no vuelan y en las sirenas sin cola de pez. Creo que no estoy tan loca como pienso, pero sí mucho más de lo que todos adivinan. Creo que no hay finales definitivos y, por tanto, creo en la omnipotencia de los puntos suspensivos...
jueves, 23 de mayo de 2024
Combustión
Todo lo que quema arde bajo los leños de mis costillas. Cuando el humo amenaza
con asfixiar mi corazón, mi esternón se convierte en chimenea, desalojando de mi
pecho el espeso producto del incendio. No hay toxicidad en la combustión. Sólo
purificante liberación de niebla. Y es ahí, cuando la existencia desdibuja sus
contornos, que veo: lo de fuera y lo de dentro, los gritos y los silencios,
propios y ajenos, y, sobre todo, la consistencia de ese error atávico que
constriñe la existencia. Lo niego, pero lo entiendo, y ese saber arcano prende
la mecha que, algún día, lo dinamitará todo. Somos la herida, pero también la
cura; la luz de la vela que espanta el miedo infantil en mitad de la noche; el
arcoíris que otorga sentido a la lluvia. Somos un único corazón repartido en un
sinfín de cuerpos. Escucha. El latido es siempre el mismo. Sólo varían el ritmo
y su frecuencia. Te quiero, aunque no te lo diga; incluso cuando pienso que no
lo hago y este amor que me revienta las entrañas será lo único capaz de
sostenerte cuando todo lo demás se hunda. Ven. Camina conmigo hasta el cadalso
y, una vez allí, convierte al verdugo en ajusticiado. Porque sólo merece matar
quien está dispuesto a morir. ¿Eres realmente consciente de lo que esto
significa? Entonces, empuña la tea y enciende la hoguera.
sábado, 2 de marzo de 2024
En llamas
Mi cuerpo es plastilina entre tus manos, dúctil material que se metamorfosea al compás del deseo de tus dedos, carne blanda, rico misterio. Me convierto en todo aquello que tú concibes que puedo llegar a ser, pero ¿quién soy cuando me sueltas y tu ausencia endurece mis contornos? Me sueño a través de tus ojos; por eso, cuando cierras los párpados, oscureces toda mi existencia. Te necesito despierto, arquitecto de mis valles y montañas, agrimensor de cada centímetro de mi piel. Sí, lo sé, no se puede dimensionar algo que no tiene límites: este interminable latido, que tan pronto se expande como que se contrae, el quedo quejido de mis huérfanas entrañas, el tibio crujido de mis caderas bajo el peso de tu empuje. Sálvame, de la Nada que combatían Sebastian y Atreyu, de los hombres grises que pretendían asfixiar a Momo, de los ogros y los trasgos que no retrató Ende. Dibújame en el lienzo de tus labios, de un solo trazo a mano alzada, tan instintivamente como predicaban los fauvistas, pero con la frágil belleza que sólo supieron alcanzar los pintores románticos. Materialízame una vez más. Dame un punto de partida, unos cimientos firmes que sostengan el armazón de hierro que convertiré en esqueleto de mi nuevo yo y, luego, déjame ir. Permíteme olvidar todos mis condicionantes: el olor de tu ingle en contacto con mi boca, el murmullo de tu saliva desinfectando mi piel, mi imagen amplificada en tu retina. Necesito ser alguien distinto, interpretar un nuevo personaje, mudar de piel, desnudarme ante el espejo, entender al demonio que se refugia bajo esta superficie de alabastro, crear espacio para que crezca y asuma el control, ayudarle a prender la hoguera, diluirme entre sus llamas, entregarme a él en lugar de a ti, alumbrar sus hijos, fagocitar la culpa, saberme libre y restaurada, mariposa incandescente, fuego primigenio que nunca se apaga. Yo, la salamandra. Tú, la chispa que provoca el incendio. Nuestra historia, las cenizas que se diseminan al primer soplo de viento.
lunes, 29 de enero de 2024
Todo lo que digo sin decir nada
Me da miedo. El poder de mis palabras. La avalancha de sentimientos provocada por su reverberación. Los puentes que tienden entre los corazones-isla. El bumerán de su trayectoria. La desconfianza en tus ojos. La niebla en mi pecho. Todo el dolor que exudan mis metáforas. La máscara que vela, sin ocultar plenamente, mis más recónditos secretos. O, quizá no es miedo, sino respeto, infantil deseo de evitar la asunción de la responsabilidad de los huracanes provocados por el aleteo de mariposa de mis letras, ésas que siempre ordeno en sentido inverso al que dicta la lógica. Lo que escribo me condena y me salva a partes iguales y aún no sé cómo aceptar el hecho de que no hay cielo sin infierno. Esta verdad que ahora te expongo se ancla con saña a las paredes de mi estómago y yo, incapaz de digerirla, la vomito de muy diferentes formas. La mayor parte de ellas no las entiendo y esta incomprensión sólo acrecienta mi deseo de amordazarlas, de seccionar sus cuerdas vocales y colmar sus fauces de tierra para evitar que puedan rozar los tímpanos ajenos. Pero sé que tú siempre las has oído en cada una de mis miradas, que por eso te alejaste de mi lado, liberando mi lengua y mis dedos del cepo de tu amor, ayudándome a ser YO. Me dan miedo. Mis silencios de cristal. El compulsivo instinto que me incita a quebrar el vidrio de la ventana que separa nuestros mundos. El bruxismo tratando de contener el dique. Las huellas dactilares esposadas. El folio en blanco. La pantalla plagada de mentiras. La tinta camaleónica. El disfraz que me revela en contra de mi voluntad. O puede que no sea miedo, sino la angustia de saber que resulta indiferente gritar o callar, pues ambas acciones hablan de nosotros de una forma en la que nosotros mismos jamás seríamos capaces de explicar.
martes, 23 de enero de 2024
Hechizos (I)
Quería borrarte de mi vida. Volver al instante en el que decidí que tú podías
ser la solución a todos mis problemas, en lugar del epicentro del desastre.
Gritarme fuerte: ¡No es Él! Pero yo quería que lo fueras, que en la tierra yerma
prendiera la chispa y nuestros cuerpos se hicieran hoguera. Sólo mis palabras
ardieron, entre tu miedo y el mío, silencios de fuego, tu enfado, mi enredo. Y,
entonces, fuiste tú quien me suprimió de su existencia. Te odié por ello, sin
darme cuenta del favor que me brindabas, siendo lo suficientemente idiota como
para confundir el regalo con el daño. Quise vengarme, amputarte de mi recuerdo
antes de que tú terminaras de exorcizarme del tuyo. No supe hacerlo. Aún hoy, mi
carne recuerda el sabor de tu ausencia. Traté de encajar el espejismo en otros
contornos menos nítidos que la certeza de tu imposibilidad. La sombra de la
felicidad me perseguía, pero yo corría más que ella. Dinamité puentes. Perdí
guerras. Rechacé armisticios. Todos los personajes que inventaba acababan
volándose la tapa de los sesos; hasta que, al final, sólo quedé yo, frente a
frente conmigo misma y lo que vi era tan cierto que ya no pude mirar hacia otro
lado. También a Él le pasará lo mismo y te dará las gracias, convencido de que
el universo te puso en mi camino para conducirme al abrigo de su abrazo. Pero no
es cierto. Fui yo quien te eligió como guía de mi descenso a los infiernos.
También fui yo quien no te borró hasta estar segura de ser capaz de abrirme las
venas sin el escalpelo de todo lo que nunca llegamos a ser. Y ahora que el
momento de cortar el cordón umbilical ha llegado, te pido perdón, por no saber
soltarte antes de que la primera luna llena aullara sus hechizos en mis labios.
Nunca se me dio bien sustraerme a sus designios.
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