Ayer, una de las personas más importantes de mi vida me preguntó qué significaba "Punto sin retorno" y no tuve ni idea de qué responderle. Incluso me vi obligada a releerme la entrada en cuestión, porque no recordaba exactamente qué coño había escrito. Y es que últimamente no me entiendo ni yo. Supongo que si fuera un tercero imparcial pensaría que la entrada en cuestión quiere plasmar la idea de que, a veces, para que no te abandonen es necesario perseguir a la persona que huye, siempre y cuando la huida se deba más al miedo o a la inseguridad que a otra cosa. Y, sin embargo, siempre hay un punto a partir del cual es imposible lograr que el objeto de nuestra persecución vuelva a nuestro lado. No obstante, lo cierto es que todo se me ocurrió en la ducha y que no sé por qué, cada vez que pienso en ello, me acuerdo de El Pistolero y de La Torre Oscura, aunque tampoco consigo trazar una clara conexión entre ellos. Aunque supongo también que esta entrada es el fragmento de una historia que aún no ha sido contada y que anda flotando en el aire esperando que alguien sintonice la frecuencia adecuada y la transcriba. Y como supongo que, más que aclarar las dudas que pudieran suscitarse en torno a "Punto sin retorno", lo que he hecho es acrecentarlas intentaré compensar a los dudantes metódicos que me leen o pueden leerme explicando de forma clara y sencilla la génesis de "En el cine": Después de mi cabreo del viernes por la incompetencia de la gente, la desorganización total y absoluta, el despilfarro de recursos y una pérdida insultante de mi tiempo, el sábado me acordé de "Un día en el mundo" de Vetusta Morla:
A buen entendedor pocas palabras bastan. Aunque, para qué engañarnos, "En el cine" pertenece a la misma historia que "Punto sin retorno", pero aún no termino de sintonizar bien la frecuencia adecuada en la que yacen suspendidas las palabras que la narran.
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