"Un buen poema quizá sea el lado valiente de un cobarde. O la bala de un sentimental. O la belleza de un imbécil. El trabajo de un escritor consiste en boxear con el abecedario para conseguir un amor, o más de uno, un cheque tan mágico como una alfombra, y un gramo de gloria que sirva para no oler a sudor".
Pedro Casariego Córdoba dixit.
Creo que no podría estar más de acuerdo. Este hombre me turba cada vez que lo leo. Creo que me ha tumbado por K.O. técnico. Lástima que ya no pueda escribir nada nuevo. Últimamente parece que sólo me engancho a escritores que no llegan a los 50. Lo de cómo descubrí que Pe Cas Cor no era una escritora francesa sino el hermano de Martín y Nicolás lo dejo para otro día. Lo de Francisco Casavella también lo contaré en otro momento. Por ahora me quedo con Jostein Gaarder, que sí ha superado la mitad de siglo, aunque su producción literaria no sea tan prolífica como necesitaría. Todo lo contrario que la de Stephen King, al que yo le daría el Premio Nobel de Literatura sin pensármelo dos veces. Todavía no entiendo por qué siempre que se habla de él se omite la enorme calidad literaria que destilan sus libros. Todo lo contrario que Stieg Larsson, al que no termino de coger el punto ni comprendo por qué lo alaba Vargas Llosa. Supongo que soy rara, porque en vez de leerme "Los hombres que no amaban a las mujeres" en un fin de semana, como hace todo el mundo, tardé más de cuatro meses. Y es que "Las verdades a medias" de Pe Cas Cor me parecían mucho más fascinantes que las andanzas de Lisbeth Salander. Un nombre sonoro y poco más. Hasta las dos últimas páginas del libro, en que la chica adquiere verdadera entidad e identidad. Y, aún así, no me animo a abrir el siguiente. Gran portada y gran título, pero me da miedo que el contenido no esté a la altura. Con la película es que no tengo ni la más mínima esperanza.
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