Encaja las piezas del rompecabezas. Destruye.
Construye. Rehúye las noches de hule. Tapa la caja de Pandora. No dejes que lo
que escapó pueda volver a entrar. Necesitamos que se marchite la esperanza
sofrita en mil toneladas de la soledad más invernal. Ningún mal la volverá a
acompañar. Desiste de intentar encontrar arreglo a lo que no se puede ni se
podrá arreglar. Hay que derribar los cimientos y contemplar el polvo que
levanta la caída del rascacielos que erigieron los burgueses de la revolución
industrial. No hablo de capitalismo en crisis, ni de la burbuja inmobiliaria
que explota a los que no la hicieron explotar. No hablo de hipotecas sin pagar,
ni de los recortes en educación y en sanidad. No hablo de un país en fase
terminal, ni de una Unión Europea que se quiere disgregar. No hablo de lo que
el telediario no se atreve a destapar ni a analizar. No hablo de la realeza a
la que habría que encarcelar, ni de los regalos y el dinero que los políticos
no deberían aceptar. Sólo hablo de dos cuerpos imantados que se buscan sin
cesar sin que se puedan encontrar. Sólo hablo de un alma partida por la mitad.
Sólo hablo de la condena de una sociedad y de la sentencia de un destino fatal.
Sólo hablo de una rebelión que no me atrevo a liderar. Sólo hablo del
sacrificio de Abraham y de la hemorragia en el altar. Sólo hablo de una cruz
imposible de transportar y de una carga que no se puede soportar. Sólo hablo
del estigma que no supimos maquillar y del viento helado que no pudimos
calentar. Sella el sobre, quema la carta y nunca pronuncies las palabras que tratamos,
sin éxito, de codificar.
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