Debajo del agua se diluyen las formas, las palabras se convierten en burbujas y la piel que recubre nuestros huesos se apergamina, a la vez que ondula el deseo. Cierro los ojos. Trato de descifrar el amortiguado sonido del mundo que flota en la superficie, siempre por encima de mi cabeza, tan inalcanzable como inaprehensible. Abro los ojos y cuento hasta tres. Los latidos de mi corazón retumban ante la falta de oxígeno. No quiero volver. No puedo volver. Dejad que se arruguen mis labios y se ahogue mi orgullo. Dijiste que no sabías y yo que te creía. Todos los focos están encendidos, pero la luz no alcanza el fondo de la piscina.
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