Necesito este momento, este segundo en el que las cucarachas, ratas y serpientes dejan de existir, este espejismo de paz y días sin lluvia. Necesito este instante de silencio sin rasgar por el filo de ninguna palabra fuera de sitio, de ruidos informes e intangibles, de monstruos amordazados por el humo de la ingrávida inercia insostenible. Necesito cerrar los ojos, quedarme a solas con mi miedo, domesticar el temblor de mis párpados insomnes, resistir el peso de su iniquidad desangelada. Necesito otorgar consistencia a esta burbuja, apuntalar las paredes del paréntesis, quedarme quieta, dejarme (hu)ir. Necesito reconstruir la calma derruida, ensamblar las ruinas, cimentar la fe en lo escondido. Necesito numerar las trece tristes despedidas de Stu Larsen, agitar las manos sin despegar los pies del suelo, decir adiós a los fantasmas, ahogar la pena entre mis lágrimas y esparcir al viento los recuerdos. Necesito incinerar mis dudas, enterrar el esqueleto de tu ausencia, vestir de rojo en el funeral de los valientes. Necesito columpiarme en mi soledad y, cuando la soledad termine, envenenar a todas las alimañas que traten de devorar la seguridad de mi refugio. Necesito matar, pero no morir para poder resucitar.
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