Llévate un pedazo de mí cuando te vayas o, mejor aún, llévame entera, no dejes nada, ni siquiera el polvo de mis huellas difuminadas sobre el suelo. No quiero convertirme en la sombra de tu ausencia. No puedo ondular sinuosa sobre el recuerdo de tu nombre. Pero no me haces caso, marchándote sin robar ni un mísero milímetro de mí, sin ni siquiera tomar prestado aquello que una vez te di como regalo. Te alejas, sin dudar, sin mirar atrás, como si quedarte anexado a mi costado jamás pudiera ser contemplado como opción. Y yo me descompongo en fragmentos que nadie se molesta en recoger, en astillas sobre las que el fuego ya no prende, en motas de lluvia que molestan, sin calar, a los viandantes. Y crujo, cristal triturado por muelas de diamante, madera seca, desvencijada y fuera de sus goznes. Y vuelve el miedo y sopla el viento sin descanso, anidando el frío en mi regazo, la soledad columpiada entre mis manos, dolor perenne, que nunca cambia de aspecto ni estación.
Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
miércoles, 28 de octubre de 2015
lunes, 19 de octubre de 2015
Balidos, temblores, silencios
Oye cómo balan los corderos, suplicando a los lobos que regresen. Sólo saben dormir entre sus fauces, derramando su sangre lejos del altar que rinde tributo a los dioses del Olimpo (también al de Abraham). Oye cómo tiemblan los cobardes, sus sueños agitados por el restallido del látigo que ya no azota sus espaldas. Sólo saben someterse a la voluntad de los tiranos, renunciando a su libertad antes de que ningún dictador ose arrebatársela. Oye cómo callan los esclavos, sus lenguas amordazadas por el tedio, sus manos encadenadas al capricho del destino. Sólo saben labrar la tierra que no es suya, olvidando a quién pertenece el sudor que se desprende de su frente, ahogando cualquier atisbo de rebelión contra la masa. Oye cómo brama el viento enfebrecido, golpeando las ventanas de mi cuarto. Quiere que arregle el mundo en una frase, pero yo no sé domar las palabras abortadas de mis labios, así que dejo que resbalen sin censura estas ideas sin correa ni bozal. Puede que no cambien vuestras vidas, pero quizá alteren el oleaje del mar que lame el cansancio vespertino de vuestros pies manchados de alquitrán. Caminad enhiestos. Poco importa la dirección de vuestros pasos si no sois capaces de otear el horizonte.
jueves, 15 de octubre de 2015
Ella. Tú...
Ella se emborracha de palabras enredadas, de silencios dilatados en invierno y canciones alérgicas al miedo. Ella vomita su dolor en una arcada, pero el ácido que corroe sus entrañas continúa desgastando poco a poco su garganta, horadando heridas, tiñendo de sangre su saliva. Ella traza eses que no caben en un tango, sus tacones confundidos de portal, mirada turbia, niebla etílica y un nuevo error crucificado en el altar. Ella duerme entrecortada, la conciencia amordazada y un gramo de amnesia entretejido en el relleno de la almohada. Ella despierta sin resaca, pero mareada de metáforas sin plumas, de paréntesis sin fronteras que acoten su extensión y melodías enquistadas en el tambor de su esternón. Ella no sabe qué hacer con todo esto, así que cierra los ojos para poder descansar en su interior. Ella sueña cosas que no entiende, mundos que ningún pincel podría retratar, seres fantásticos, monstruos deformes y algún que otro espectro sin anillar. Ella se desliza entre las sábanas, abandonando silenciosa otro colchón que no es su hogar. Ella abre la puerta a una nueva mañana preñada de desgracias que ningún Zola osa ahora narrar. Ella sigue las señales tatuadas en las baldosas amarillas que Dorothy ya no pisa al caminar, minúsculos fragmentos de arco iris, desteñidos por la lluvia que los cobardes gatos consiguen evitar. Ella no quiere ser quien es, pero cada vez que intenta ser distinta, los mismos zapatos se calzan a sus pies. Ella vaga, a veces corre, nunca quieta, siempre informe. Ella te mira. Tú no respondes. Ella se muestra. Tú sólo escondes. Ella se acerca. Tú...
domingo, 4 de octubre de 2015
No me cuentes
Dices que quieres contarme, pero no puedes narrar mi historia, porque mi historia no es mi historia, sino la historia de una huida coja y asmática, de una fuga de pierna amputada y pulmones tartamudos, de una carrera descalza y respiración llena de ampollas. Dices que quieres contarme, pero no serás capaz de calcular todos mis secretos, de contener mis vidas pasadas en los dedos de tus manos, de numerar todos los rincones de mi cuerpo que aún no ha colonizado la punta de tu lengua. Dices que quieres contarme, pero yo sólo quiero que te calles, hasta que enmudezcan las cifras que sirven de horca a mis metáforas y no sea posible expresar el amor en forma de ecuación matemática.
jueves, 1 de octubre de 2015
Ciudad Intermedia
Vive en una ciudad oscura, en un agujero sin luna y noche huérfana de aurora boreal. Llora sin derramar pena, silenciosamente inerte, convencida de que esta herida es sólo un túnel que guiará su huida hacia cualquier otro lugar. Afuera gimen las sirenas, sembrando el miedo, acongojando el corazón de las hormigas. Ya no hay hadas, sólo brujas y monstruos que devoran los sueños que no se llegaron a abortar. Las estrellas son tan fugaces que es inviable formular un deseo antes de que choquen contra la fina línea que sirve de frontera entre el cielo y el mar. La tierra es sólo bruma y fango y niebla y piedras que los peones ordenan, construyendo muros imposibles de saltar. Cada humano es una isla y cada isla un país sin gobernante, ni ley, ni Dios, ni hogar. Las marionetas rezan al vacío que habita en su interior, obviando la mano que mueve los hilos que articulan sus movimientos. No hay peor ciego que el que no quiere ver o puede que sí, ¿por qué acaso es mejor querer ver y no poder? Este viento es enfermizo, oleaje de aire batido por alas de murciélago, huracán de humo y ceniza, presagios negros, como graznido de cuervo afónico. La angustia es una úlcera en el estómago de la esperanza, una arcada de sangre que agita el cuerpo de los desarrapados, dolor perenne, inmune al cambio de estaciones. Y llega el día, pero no la luz y los aullidos de las bestias se parecen tanto a las palabras de los demonios que tratan de comprar su alma...
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