Rómpeme. Quiebra cada uno de mis huesos. Para desmontarme no se necesitan instrucciones. Sólo una alta dosis de instintos homicidas y algo de invidente tacto hambriento. Me desmorono, como un castillo de arena en una tarde de lluvia tibia, pero sé que mi destrucción siempre será efímera, que, cuando las nubes dejen de escupir sobre nosotros, aprenderemos a reformular el barro, esculpiendo nuevas estatuas que ni el más embravecido de los mares será nunca capaz de erosionar. Aléjate, como la espuma de las olas que en invierno no nieva sobre mis pies. El viento de marzo nos corta la cara con sus ráfagas cleptómanas, deseosas de hurtar hasta el último milímetro del rubor que ahora colorea nuestras avergonzadas mejillas encendidas de deseo. Si te pierdo, ¿podré acaso ganarte en otra vida? La ruleta continúa girando en sentido contrario a mis apuestas, pero ya no me importa que mis números estén siempre equivocados. Tu recuerdo estrangula mis muñecas, atándome a un pasado que no termina de pasar. Retrocedamos los relojes, hasta que tu minutero y mi segundero se alineen con la hora del destino. A tu adiós siempre le faltó un punto y aparte para ser definitivo...
Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
miércoles, 29 de marzo de 2017
martes, 21 de marzo de 2017
Heridas (XIV)
Sonámbula. Descalza. Transparente espectro endemoniado. No recuerdo ni la mitad de lo que digo envuelta en la mortaja de unas sábanas distintas de las tuyas. No es el camino el que desgarra, sino la forma en la que nos apuñalamos contra sus piedras. He aullado mi pena en los corredores de los castillos más sombríos, en los bosques donde sólo la luna arroja algo de luz, en las casas que conversan con la crujiente madera abandonada. He tentado la pared, sin estar segura de si sus ladrillos esconden el embrión de un sueño aún sin engendrar o una pesadilla que me estrangulará con saña antes de que consiga despertar del espejismo en el que ahora vago desorientada. He recorrido todos los kilómetros que te empeñaste en tatuar entre nosotros para darme cuenta de que puede que la distancia sea lo único que llegue a acercarnos alguna vez. He crucificado en otros labios cada uno de tus silencios, pero ninguno de mis miedos será nunca exorcizado. He roto la calma de la noche en mil pedazos. He caído, como árbol milenario talado por la codicia de los hombres. He arrastrado las cadenas del destino que me lastra al paraje más triste de la Tierra. He dejado que la verdad recite la incoherencia de este desamor correspondido. He tragado el polvo de la efímera ilusión que guiaba mis tropiezos. Me he enterrado en el cementerio del futuro que nunca llegará a pertenecernos. Tú eres la herida y yo la sangre que se derrama entre sus bordes.
martes, 14 de marzo de 2017
Mapas (III)
He vuelto a perder el Norte, a vagar por callejones que no salen en los mapas, a balancearme desnuda en el último rayo que emite la luna antes de que el sol comience de nuevo a alumbrar nuestras miserias cotidianas. He vuelto a girar sobre mí misma y a dar vueltas en torno a las metáforas que utilicé para hablar de todo aquello que nunca llegaremos a ser. He vomitado las lágrimas que no terminé de tragar. He digerido la excusa y regurgitado la verdad. He vuelto a hacer nevar narcisos en verano y a abrigar mis noches de diciembre con una manta de girasoles recién decapitados. He abierto de nuevo la Caja de Pandora, he apuñalado la esperanza, cerrando la tapa antes de que los aterrorizados males osaran siquiera a asomar la punta de sus garras. He acunado mis insomnios hasta quedarme dormida entre sus brazos. He despertado, siempre en el lugar equivocado, tan lejos de la orilla donde descansa tu costado. He fingido que no importa, que la distancia es siempre la adecuada, aunque cada noche muera por no morir sobre tu almohada. He buscado. He encontrado. He continuado buscando. Siempre escojo caminos estrechos y torcidos, que no conducen a ninguna meta y que, sin embargo, llevan a tantos sitios... Mis pies yerran, pero cada equivocación es necesaria para asentar las tripas, para acallar el grito. Resucitaré tantas veces como quiera morir. El dolor es siempre un concepto relativo. Mírame. Por mucho que corramos en dirección contraria, siempre tropezaremos en el mismo lugar.
miércoles, 8 de marzo de 2017
Derrotas (VI)
Voy a dejar que el destino haga su trabajo, que el viento empuje mi sombra hasta tus brazos o que la marea escupa tu cadáver en mis orillas (nuestras lágrimas son la lluvia que ahora empapa a las hormigas). Voy a jugar a la ruleta rusa con mis miedos, a contemplar cómo fallecen los que nunca tuvieron la suerte de su lado, víctimas de un azar cruel y enrabietado (¿cuántas campanadas necesitas para desaparecer sin dejar rastro?). Voy a caminar desnuda sobre el alambre de una posibilidad que aún no se ha inventado, a hacer piruetas en un milímetro cuadrado, a bailar claqué entre los intersticios de los huesos de tu costado desdentado (jamás podremos recordar aquello que no hemos olvidado). Voy a reír cuando todos lloren, a hablar cuando todos callen y a zurcir mis labios cuando todos griten las mentiras que sus abuelos vomitaron (el silencio no mata, pero hiere de soslayo). Voy a demostrarte que el azar no existe, que todos los incendios son, de alguna manera, provocados, que todas las muertes tienen sentido, aunque no se lo encontremos a primera vista (no son las hojas secas las que crujen a cada paso que dudamos, son nuestros huesos los que gimen a cada minuto malgastado). Voy a aceptar lo que he perdido, a decapitar mi orgullo y lamer la sangre del vencido (vuelve, hasta que termine de aceptar que ya te has ido).
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