Me muerdo los labios para no decir todo lo que debería gritar.
La impotencia invade todas y cada una de las células de mi cuerpo.
No entiendo la imbecilidad humana.
Tampoco quiero entenderla.
Sólo quiero retorcer el pescuezo de algunas personas.
Sólo quiero pisotear los añicos de tu supuesta personalidad.
Corre mientras puedas, hasta que alguien te ponga la zancadilla.
Cuanto más rápido vayas, más dura será la caída.
Pártete la cara.
Huye como un cobarde.
Mi violencia verbal nunca te alcanzará, pero al menos hace que libere la bilis que segrega mi hígado y evita que me vuelva como tú.
O quizás ya lo sea.
Mis venganzas son crueles y no tienen prisas.
Las planeo lentamente.
Puedo esperar todo el tiempo del mundo.
Soy como Michael Cane en "Un plan brillante".
Así que tranquilo, mi querido cerdito, cuando menos te lo esperes, llegará tu San Martín.
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