Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
lunes, 23 de junio de 2008
Marta
El plomizo gris del cielo presagiaba una inminente tormenta veraniega. Marta miró por la ventana mientras continuaba jugueteando con el pendiente perdido y hallado, como el niño Jesús en el templo. Ojalá comenzara pronto. Necesitaba que las fuerzas de la naturaleza reflejaran su estado de ánimo. Quería rugir, pero no deseaba impotunar a los vecinos y, mucho menos, que éstos pensaran que era una enajenada mental. Miró el maldito pendiente y se dio cuenta de que le recordaba excesivamente a él. Al fin y al cabo eso era lo único que dejaban los hombres casados cuando decidían que ya habían pecado excesivamente contra el sexto mandamiento: bellos y caros pendientes con los que pretendían comprar el silencio de sus amantes despechadas. Lo peor es que siempre lo conseguían. Volvió a pensar en Ana Bolena. Al menos ella logró algo más que unas cuantas joyas. Consiguió convertirse en reina y que su hija heredara el trono de Inglaterra. Ella sólo aspiraba a conseguir un marido propio, pero siempre acababa conformándose con las migajas que le ofrecían maridos ajenos. Y es que un pálido reflejo del amor siempre le parecía más atrayente que la solitaria y fría soledad. Dejó de manosear el maldito pendiente, se levantó del sillón, caminó lentamente hasta el dormitorio, se dirigió a su cómoda, cogió uno de sus joyeros, lo abrió y lo guardó ciudadosamente en el mismo. Después se giró hacia la ventana y volvió a contemplar el cielo cargado de grises nubes. Tal vez la lluvia fuese capaz de lavar todos sus pecados. O tal vez no.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Si, pero al final la decapitaron. Triste historia de resignación
Bueno, no todos los infieles regalan joyas. Me gustó la historia. Saludos.
Publicar un comentario