sábado, 1 de noviembre de 2008

Marta

Marta da una última y ansiosa calada al cigarrillo casi consumido por completo que sujeta nerviosamente entre sus dedos, intentando llenar de tóxico humo todos y cada uno de los rincones de sus pulmones. Y mientras deja escapar el humo entre sus labios espachurra la colilla en el atestado cenicero. Después se levanta, lo coge y camina con decisión hasta la cocina. Abre el cubo de la basura e introduce en el mismo las pruebas de su vicio confesable. Regresa al comedor, se sienta en el sofá y coge ávidamente la cajetilla de Fortuna. Extrae un nuevo y flamante cigarrillo y lo enciende sin solución de continuidad, aspirando con fruición el veneno que acompaña al tabaco. Puede que un ansiolítico sea más saludable, pero sabe que no resultaría igual de eficaz. Lleva dos días sin ir a trabajar y lo único que quiere es fumar mientras espera al hombre que ella quiera.

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