Hoy me he acordado de mi admirada Espido Freire (admirada escritora, que como persona es una incongruente de padre y muy señor mío). Al parecer, Espido, hasta ganar el Premio Planeta con "Melocotones helados", fue siempre la eterna segunda en todos los certámenes literarios en los que particapaba. Ella dice que eso le sirvió de estímulo para continuar escribiendo y para mejorar.
El caso es que, movida siempre por un interés económico (materialista que es una), a lo largo de mi vida, he particìpado en cinco certámenes literarios. En tres de ellos no me dieron ni las gracias y en los otros dos quedé segunda. No tiene mucho mérito, si tenemos en cuenta que se trataba de certámenes locales con escasa participación, pero siempre hace algo de ilusión que te den una palmadita en la espalda y te digan que les gusta lo que has escrito. El problema es que no creo que ninguno de mis segundos puestos me sirva de estímulo para el futuro. Y es que no tengo fe en los certámenes literarios por la simple razón de que no siempre gana el mejor. ¿Que por qué participo entonces en ellos? Precisamente por eso, que si ganara el mejor no me comería ni un colín. Ahora en serio, que mis relatos son igual de malos o de buenos con independencia de que los premien o no. Y que los premios de los certámenes son muy subjetivos. En realidad, lo más emocionante de mi segundo segundo premio es el premio: un circuito termal en un spa. ¡Mmmmmmmmmmmmm! ¡Qué bien suena!
1 comentario:
Chica, pues ánimo que si Espido llegó tú también puedes.
Besos.
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