Me corté el dedo anular con el papel de tu carta
más lasciva, escondida en el rincón más oscuro de mi bolso, justo al lado de
tres tampones súper y dos condones Durex a punto de caducar. El corte fue
limpio, pero doloroso. Murieron varias de mis células y un hilo de sangre se
fugó de mis capilares más superficiales. Chupé la minúscula herida. Cerré los
ojos e imaginé que era tu saliva la que trataba de calmar el escozor causado
por la celulosa homicida, pero mi lengua no sabe competir con la pericia de la
tuya y el espejismo de tus labios aprisionando la yema de mi dedo damnificado
se esfumó antes de tiempo, volando a la velocidad del rayo. Maldigo el papel
que me ha hecho sangrar dos veces, una al leerlo y otra al rozarlo, mientras
trato de ignorar el dolor causado por ambos ataques e intento adivinar cuándo
tendrá lugar el tercer y definitivo intento de asesinato.
Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
jueves, 14 de junio de 2012
lunes, 11 de junio de 2012
Derrotas (I)
La información más sesgada del mundo llega hasta tu oreja desde los labios más hipócritas del universo. Tú te la crees y piensas que tu mayor enemigo es tu mejor amigo, que el desinformador nato es tu íntimo confidente, que el traidor más abyecto es tu más fiel vasallo. Caminas seguro y confiado, sin pies de plomo, en línea recta y con paso firme. Te crees libre y omnipotente, victorioso general romano, emperador recién coronado, campeón invicto que jamás ha hincado la rodilla ante nada ni ante nadie. Y mientras avanzas desfilando frente a tus súbditos no puedes ver los gruesos barrotes de la cárcel móvil que te cobija, ésa que te rodea y encierra aunque te creas libre, la que enmarca una derrota que sólo tú ignoras, trampa mortal que no supiste evitar, cepo que atrapa e inutiliza tus garras de león, bozal que limita la apertura de tus fauces, correa que estrangula tu cuello cuando quieres ir demasiado lejos de ese amo que aún no reconoces como tal. Cazador cazado. Vencedor vencido. Estúpido prepotente convertido en mendigo. Cadáver herido. Casi muerto, apenas vivo.
jueves, 7 de junio de 2012
Desiertos (II)
Vas dejando cadáveres a tu paso. Se supone que viven, pero están muertos. ¿Y tú? ¿Aún te late el corazón? ¿Estás viva o tan sólo aparentemente viva? Cada vez tienes más dudas. Detrás de la próxima duna hay medio pulmón momificado. Aún respira y, sin embargo, sólo es capaz de inhalar el polvo de este desierto infinito. No quieres acabar así. No quieres tener que decidir si es mejor morir o vivir. Toses y escupes la poca saliva que te queda entre los dientes. La deshidratación es casi total. Luego vendrá todo lo demás. No, tú no serás una más. No quieres morir, así que matarás. Matarás la arena que hace llorar tus ojos y obtura tu nariz. Matarás el frío de las noches sin jaima que te proteja de las temperaturas negativas. Matarás la soledad de este infierno solitario en el que ni un espejismo aparece para hacerte compañía. Matarás la sed que estropajea tu lengua y resquebraja tu garganta. Matarás a quienes se rindieron y creyeron que un cuerpo sin alma aún es un cuerpo. Y si no los matas te matarás a ti y dejarás que los buitres devoren tus tripas. Así volarás más alto de lo que ninguno de ellos soñó jamás y, después de todo, vencerás. El resto que lo devoren los gusanos. Es en tus tripas donde reside tu conciencia, son tus tripas las que custodian tu intuición, son tus tripas las que eclipsan no sólo a tu razón, sino también a tu corazón. Deja que las aves carroñeras te despiecen. Sólo ellas son dignas de digerir los secretos de tu intestino más delgado. Sólo ellas sabrán apreciar el sabor de todo lo que no has tragado. Sólo ellas darán sentido a tu funeral más temido.
martes, 5 de junio de 2012
Imposibilidades (I)
Puedes creer en ti. Puedes creer en mí. Pero no creas en nosotros. Nunca tuvimos ninguna posibilidad de existir.
lunes, 4 de junio de 2012
Heridas (VI)
Lloras todo el dolor que llevas dentro, tratando
de lavar tus pecados más sucios, pero sólo consigues manchar de rímel la
almohada, de rojo tu nariz y tu mirada de gris. Sabes que este sufrimiento
nunca terminará y le gritas al viento deseos que tu ángel de la guarda no se
molestará en tratar de convertir en realidad. Ya nadie cree en los cuentos de
hadas, tan sólo tú, pero ningún espíritu mágico enjuga tu llanto ni limpia tu
herida. La fe consiste en eso, en creer en lo que no se puede ver, en defender
lo que nadie es capaz de demostrar, en sentir que, a pesar de todo, vale la
pena vivir.
domingo, 3 de junio de 2012
Heridas (V)
Rosa se viste de
rojo para camuflar su herida más mortal, ésa que nunca deja de sangrar, la que
le dolerá hasta el final. Se le abrió sin darse cuenta y ahora no la sabe
cerrar. Busca un buen sastre que la sepa cauterizar con una aguja al rojo vivo
sin enhebrar o con una cremallera en tortuoso zig-zag. Pero ya no quedan
valientes que maten siete de un golpe. Ni gigantes, ni moscas. Mucho menos
fantasmas, que ésos ya están muertos, aunque se nos aparezcan en sueños.
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