Quedan 41 días y la extraña sensación de que allí me encontrará lo que buscaba. No es culpa mía. Tampoco tuya. No decidí ir. Tampoco decidiré volver. Soy sólo un avión de papel arrojado desde el rascacielos más alto de Manhattan. Incluso aunque me esfuerce en ello, si el viento decide lo contrario, nunca llegaré a tocar el suelo. Me dices que no olvide cosas que hace tiempo que dejé de recordar. Yo asiento para no herirte calculando los segundos que restan para que tu rostro termine de diluirse en mi retina. Sólo tus palabras permanecerán tatuadas en las venas de mis muñecas, cinceladas por la aguda punta de tus colmillos de vampiro. Oiré el eco de sus letras, pero desaparecerá tu boca. Se difuminará el trazado del camino, pero persistirán las huellas de nuestros pasos. Sé lo que significa todo esto, lo que no significa que tenga que aceptarlo.
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