Nieve efímera, que se cuela entre los rayos de este sol que no calienta tus insomnios matutinos. Cada parpadeo es un apagón de luz, que te transporta hasta el Reino de los Sueños. Él es sólo una sucesión de fogonazos disparados con una Polaroid anterior a la era digital. ¿Y tú? ¿Qué eres tú para él? Mejor no preguntar. Nunca has querido aceptar la incorporeidad de tu esencia. Las nubes vuelven y tú te escondes bajo la mesa, confundiéndolas con terremotos japoneses. No vuelvas a cerrar los ojos. No trates de enterrar su ausencia detrás de una cortina de carne transparente. ¿Por qué duelen tanto los inviernos? ¿Por qué el hielo no desaparece al principio de la primavera? Tus manos son un mar de dudas, que siempre se enfundan los guantes equivocados. El viento aúlla tus errores, mientras arropas el vacío de tu cama con una nana de lana que hace tiempo oíste a algún mendigo. Los relojes callan. Es necesario suspender este momento.
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