martes, 31 de marzo de 2015

La Santa Cena


Bendice el vino que aletarga los sentidos, alejando la certeza de la muerte, atenuando la crudeza de la vida. Brindemos por la traición de los cobardes, también por la de los que codician todo el oro del mundo y por la de aquéllos que envidian lo que nosotros tenemos y ellos no poseen. Emborrachémonos para olvidar la cercanía de la espada que rasgará esta paz de papel cebolla. Lloremos nuestra sed de venganza y limitémonos a luchar para restablecer este equilibrio de cristal. Devoremos las últimas migajas del banquete preparado por nuestros enemigos. Envenenemos nuestros cuerpos con su odio, pero mantengamos limpio el corazón, pues sólo así podremos vomitar con rabia nuestra fuerza y cercenar con la verdad sus lenguas de serpiente. Bendice esta mesa ahora vacía y da las gracias por los alimentos que algún día la cubrirán. Sólo pasa hambre aquél que no sabe cómo nutrir su espíritu. Sólo muere de sed quien se niega a beber la lluvia.

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