Arráncate la piel. Desnuda el hueso. Sorbe la sangre. Escupe el tuétano. Conviértete en un pulido esqueleto de marfil y cuélgate de la pared del aula de ciencias del colegio que no logró enseñarte nada. Deja que otros niños incapaces de aprender puedan estudiarte, preguntándose quién fuiste alguna vez y qué serás dentro de un tiempo. Comprueba que ninguno de ellos podrá nunca adivinarte, por más que te desprendas de todo lo accesorio. Permite que te desmiembren y que construyan una nueva tú a partir de una errónea combinación de tus articulaciones. Observa tu recién estrenada figura. La sombra del ciprés es alargada, pero no tanto como la tuya. Sé que cerrarás los ojos, tratando de no ver lo que ellos son incapaces de apreciar. Y rezarás, deseando, con todas tus fuerzas, volver a convertirte en puzle; pero, por más veces que traten de encajar tus partes, siempre habrá una pieza imposible de ubicar.
Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
jueves, 25 de junio de 2015
viernes, 19 de junio de 2015
Lanzarote
Te dije que me esperaras en la boca del volcán y así lo hiciste, aún sabiendo que yo nunca reuniría el valor para acercarme a la fuente de la que mana el fuego que habita en las entrañas de la Tierra. Tus ojos queman, me dijiste una madrugada de diciembre y algo se derritió dentro de mí. Entiéndeme, nunca pensé que serías capaz de hacerlo y, al mismo tiempo, estaba convencida de que yo acabaría subiéndome a aquel avión. Tengo miedo de perderte, te dije desde el otro lado del cristal y tú me contestaste que lo que debería preocuparme no era eso, sino la posibilidad de no volver a encontrarnos nunca. Levanto la vista y un cielo azul plagado de algodonosas pecas blancas me guiña un rayo de sol, obligándome, por un momento, a cerrar los párpados. Es entonces cuando te veo, tumbado sobre la arena, antes de ascender hasta el cráter coronado de humo. Pareces dormido, pero sonríes. ¿Acaso sueñas? ¿Con qué? Pero, sobre todo, ¿con quién? Sé que debería estar allí, pero es aquí donde me encuentro, mis manos manchadas con la sangre que mana de esta herida, que se abre un poco más a cada paso que apuñala la distancia que ahora separa nuestras bocas de lava enfebrecida. Juré que no lo haría, que jamás moriría por ti, pero mi réquiem está escrito en el pentagrama de tus dedos, poco importa el momento en el que sea interpretado. Y sigues allí y yo aquí, esperando ambos a que comience la erupción que consagre la fama de Pompeya; pero nada ocurre, ni siquiera en nuestro interior, porque el magma aún está frío y, mientras permanezcamos alejados, nunca entrará en ebullición.
miércoles, 17 de junio de 2015
La verdad es un vampiro
Tu cama es una tumba de silencios que huyen, asustados, de la luz. Sólo en la oscuridad de la noche adquieren sentido sus susurros, pero ellos se empeñan en exponerlos a los rayos del sol. Dicen que así te liberarás de su mordaza, sin darse cuenta de que, en cuanto amanezca, se convertirán en cenizas y esas cenizas sepultarán, hasta ahogarlo, tu asmático corazón. Creen que debes exorcizar todos tus demonios, pero ellos no saben que la verdad es un vampiro que drena tu sangre poco a poco. Aléjala de ti. Si no lo haces, pronto no quedará ni una sola gota circulando por tus venas. Finge. Siempre fuiste buena actriz. Rodea tu secreto de una frondosa ristra de ajo. Engáñate a ti misma para ser capaz de confundirlos a ellos o, mejor aún, deja que la verdad acabe contigo, exprimiendo hasta el último centímetro de tu mortecino cuerpo. ¿Ves? Ya lo has hecho, así que duerme tranquila, mientras ellos entierran tu cadáver sin sospechar que, en cuanto las tinieblas envuelvan el cementerio, toda tú despertarás de entre los muertos, afilados los colmillos, sedienta de mentiras que no hacen daño a quien las vomita sobre el suelo. Y podrás volver a mirarte en los espejos sin que ningún pálido reflejo te acuse con el dedo. Y todos gritarán despavoridos ante la ausencia de tu sombra, sin ser conscientes de que ellos y todas sus estúpidas verdades son los monstruos que pueblan las pesadillas de los niños más valientes.
domingo, 14 de junio de 2015
El amor
El amor no tiene nada que ver con lo que cuenta ese niñato que se cree Salinger. ¡Salinger! ¡Por Dios Bendito! El muy imbécil piensa que para ser Salinger basta con espolvorear "puto", "gilipollas", "cojones" y "mierda" de manera aleatoria a lo largo de sus edulcorados textos sin alma. Pero NADIE podrá NUNCA parecerse mínimamente a Salinger, porque NADIE quiere ser señalado como culpable de la muerte de Lennon, aunque sepa más que de sobra que no es responsable de la misma. Y ya que estamos, ¿de verdad puede alguien pensar realmente que los psicópatas que matan en nombre de "El guardián entre el centeno" han leído siquiera la primera página del libro? ¡Ah, sí! ¡Se me olvidaba! El mundo está lleno de imbéciles, de idiotas que creen que el amor consiste en adorar a una chica perfecta y en acosarla sin descanso una vez que ella les ha mandado a la mierda, tratando en vano de recuperar una historia que sólo fue maravillosa en la obsesiva e inmadura mente de uno de los protagonistas de la película. Pues no, no es cierto, el amor no es eso, ni la vida está llena de rocambolescas casualidades que te hacen naufragar en los brazos de tu alma gemela, ni todas las canciones de todos los putos discos narran tu insulsa vida de mierda. El amor es algo que no cabe dentro de un papel, por más que los poetas traten de encerrarlo en una jaula de etéreas metáforas radiantes. El amor es algo que oprime el pecho hasta reventarte el esternón, que hace temblar tus piernas hasta provocar tu caída, que electrifica tu columna vertebral hasta cortocircuitar tu cerebro, que anega de lágrimas tu mirada hasta desbordar tus ojos. El amor no tiene lógica, sino que nos encadena a seres imperfectos, que muchas veces nos sacan de quicio, pero por quienes somos capaces de hacer cosas que jamás haríamos por nosotros mismos. El amor nos salva y nos condena, sin que podamos de determinar el motivo o la razón de nuestros heroicos pequeños actos de suicidio. El amor es hacer nuestro el sufrimiento ajeno y celebrar las victorias externas con mucho más entusiasmo que las que nos hemos ganado a pulso en soledad. El amor es un cicatrizante abrazo en el tanatorio, un guiño cuyo significado nadie más entiende, un llanto contagioso, una sonrisa que alegra el corazón de una boca cenicienta, un grito que exterioriza la angustia de otro estómago, un apretón que otorga fuerzas a una mano desfallecida, un suspiro que desobstruye la garganta ajena, un beso que ilumina la más negra oscuridad. El amor nunca aprieta, ni ahoga, ni coarta. El amor hace que nos crezcan alas con las que poder sobrevolar precipicios que creíamos insalvables. El amor es aquello que une a dos personas que la vida se empeña en separar. El amor no es exclusivo, ni excluyente, ni tiene principio, ni tendrá nunca final. El amor es aquello que nos unía antes de conocernos y que nos seguirá atando mucho después de que nos hayamos muerto. El amor no está escrito en las estrellas, ni en las canciones que escuchamos los días en que no para de llover. El amor es una fiera que nos muerde las muñecas regulando los latidos de nuestro destartalado corazón. El amor es esto y no aquello. O puede que no, que el amor no sea nada de lo que he dicho, porque el amor no cabe en un pedazo de papel, por más que nos empeñemos en constreñirlo en metáforas que jamás serán capaces de hacer justicia a su bella imperfección.
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El guardián entre el centeno,
Salinger
miércoles, 10 de junio de 2015
Carrera de obstáculos
Ésta es una carrera de obstáculos en la que sólo ganará quien esté dispuesto a dejarse las rodillas en el camino. He caído tantas veces que no quiero volver a levantarme, pero mis manos hacen de nuevo fuerza contra el suelo, izando mi cuerpo de este lecho de barro y polvo mortecinos. Mis pies corren otra vez, convencidos de que, en el próximo intento, conseguirán elevarse sobre la valla, aterrizando con gracia al otro lado. Muy bien. Sigamos. Finjamos que aún me quedan fuerzas para perseguir la meta. Obviemos las lágrimas, el dolor, la sangre. Respiremos por la nariz y expulsemos el aire por la boca. Rítmicamente. Sin prisa, pero sin pausa. Pero el camino está lleno de montañas imposibles de salvar, de fosos en los que sólo se puede naufragar. Y, aún así, mi cuerpo se niega a darse por vencido, desobedeciendo, una y otra vez, mi voluntad de permanecer inerte junto al resto de derrotados en el campo de batalla. ¿Por qué? ¿Por qué ese empeño en acabar aquello que nunca debí empezar? Míralas. Ahí están, diciéndome adiós en la distancia. ¡Volved a mí! ¡No me abandonéis! Pero mis rodillas se encuentran ya demasiado lejos para escuchar mis desesperados ruegos. Y sigo avanzando, mutilado reflejo de quien una vez fui, arrastrándome entre los cadáveres de los vencidos, a punto de alcanzar una victoria que sólo mis avariciosas manos deseaban.
lunes, 8 de junio de 2015
Fantasmas (I)
Fantasmas dormidos, que despertarán si hacemos ruido. Así que calla y deslízate en silencio sobre mi piel, exorcizando el peso de las sábanas, hasta liberarme de las cadenas que lastran los espíritus que antes poseyeron mis caderas. Cierra los ojos. No permitas que te hipnoticen los espectros que nublan mi vista cuando floto a la deriva en el cuenco de tus manos. No hables o atraerás fuegos fatuos sobre la tumba de nuestros besos moribundos. Yo no quiero que esto acabe y, al mismo tiempo, sólo deseo que termine, porque no soporto la potencialidad de tu abandono ni el eco de un adiós sin estrenar. Así que caigo de rodillas y rezo a esta luna llena de nieve y papel, hasta que sólo tu ausencia habita mi cuerpo y el rumor de las lágrimas adormece mis párpados.
domingo, 7 de junio de 2015
Sálvam(t)e
- ¿Por qué te esfuerzas tanto por salvarme?
- No lo sé. Puede que porque quiero pensar que, si estuviera en tu situación, alguien intentaría salvarme a mí con el mismo ahínco. O puede que porque intuya que tú eres la única persona capaz de salvarme a mí, aunque antes sea yo la que tenga que salvarte a ti.
- ¿Y si no quisiera ser salvada? ¿Y si, en realidad, lo único que quiero es hundirme para siempre en el Pantano de la Tristeza?
- También Atreyu pensaba así.
- Pero yo no soy Atreyu.
- Ni yo Bastian.
- No te entiendo.
- Ninguna Emperatriz morirá si fracasamos en nuestra misión. Es un gran alivio, ¿no te parece?
- También una gran desmotivación.
- Así que ¿tú también prefieres salvar a otros antes que salvarte a ti?
- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por explicarme aquello que ni tú misma terminas de comprender.
jueves, 4 de junio de 2015
Al otro lado del cristal
Miró por la ventana, sintiéndose completamente ajena a todo lo que habitaba a este lado del cristal. Quiso reír (también llorar), pero no fue capaz de hacerlo. El teléfono sonaba con la insistencia de un niño de tres años. No pensaba cogerlo. Esta vez no. Cerró los ojos, tratando de imaginarse lejos, en un mundo tan distante como distinto de esta descarnada realidad que oprime con fiereza el corazón. No lo consiguió. La vida es una cuchilla de afeitar que degolla las muñecas de sus venas. Pensó que era el fin, que no sobreviviría a la muerte de otro día ceniciento; pero, al abrir los ojos, descubrió que había traspasado la barrera de vidrio, dejando atrás el venenoso olor a podrido que siempre había dificultado su respiración. Bajó la vista y sonrió al comprobar que sus pies y toda ella levitaban seis pisos por encima del asfalto al que permanecían anclados los insectos que ya no podían aguijonear su piel. Tembló, ni de frío, ni de miedo, sino de emoción y vértigo. No entendía cómo había logrado escapar, pero sabía que ahora tenía la responsabilidad de mantenerse libre, flotante nube que, en lugar de descargar su furia y su pena sobre la tierra, se traga sus lágrimas para no descoserse del cielo al que pertenece su espíritu. Agitó los brazos, planeando sobre todo aquello que necesitaba olvidar y voló, lenta e insistentemente, hasta alcanzar los límites de la atmósfera terrestre. Una vez allí, volvió a cerrar los ojos, tratando de imaginarse aún más lejos del último límite de su finita conciencia, en un mundo con el que ni los ángeles se atreven a soñar. No lo consiguió, pero ese mundo, igual que antes el cielo, la imaginó a ella, imantándola hacia él. Pensó que era el fin, que nunca lograría salvar esta última frontera; pero, al abrir los ojos, descubrió lo equivocada que estaba. ¿Estoy soñando? No, en realidad, acabas de despertar. Dio una vuelta sobre sí misma, sintiéndose completamente ajena a todo lo que no habitaba a este lado del cristal. ¿Dónde estoy? En casa. ¿Y antes? Antes ya no existe.
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