Arráncate la piel. Desnuda el hueso. Sorbe la sangre. Escupe el tuétano. Conviértete en un pulido esqueleto de marfil y cuélgate de la pared del aula de ciencias del colegio que no logró enseñarte nada. Deja que otros niños incapaces de aprender puedan estudiarte, preguntándose quién fuiste alguna vez y qué serás dentro de un tiempo. Comprueba que ninguno de ellos podrá nunca adivinarte, por más que te desprendas de todo lo accesorio. Permite que te desmiembren y que construyan una nueva tú a partir de una errónea combinación de tus articulaciones. Observa tu recién estrenada figura. La sombra del ciprés es alargada, pero no tanto como la tuya. Sé que cerrarás los ojos, tratando de no ver lo que ellos son incapaces de apreciar. Y rezarás, deseando, con todas tus fuerzas, volver a convertirte en puzle; pero, por más veces que traten de encajar tus partes, siempre habrá una pieza imposible de ubicar.
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