Hay cosas que no sabes, que no puedes adivinar, porque yo tampoco las sé, ni siquiera las intuyo. Hay una sombra crucificada en cada poro de mi piel, oscureciendo mis contornos, hasta diluirme en las tinieblas de esta noche alérgica a la luz. Hay dudas que se ahorcan en las ramas de mis pestañas, dibujando interrogantes en la diana de mi mirada. Hay ríos de alquitrán que se mezclan con la sangre de mis venas, inyectando tinta en los ventrículos de mi corazón de papel. Hay canciones sinuosas, como serpientes en celo, reptando silenciosamente por los recovecos de mis laberintos auditivos. Hay un secreto inconsciente emparedado tras cada neurona sin utilizar. Hay deseos que duermen acurrucados en la recámara de la paciencia, esperando ser disparados en persecución de la próxima estrella fugaz que se suicide de la pizarra del firmamento. Hay polvo de tiza en la punta de mis dedos, pero ya no recuerdo ninguna de estas palabras que acabo de escribir y que, por mucho que me esfuerce, ni tú ni yo terminaremos jamás de comprender. Hay un silencio inabarcable o, tal vez, unos puntos suspensivos que…
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