Trato de entendernos, de determinar quién apretó el gatillo, de separar tu sangre de mi herida, mis fragmentos de los tuyos, de individualizar cada una de las esquirlas que laceran las palmas de nuestras manos. Trato de olvidarnos, de fingir que no existimos, ni en pasado ni en condicional, ni como amantes ni mucho menos como enemigos. Trato de sembrar la duda en nuestras tripas, de confundir a nuestros estómagos, de colmar de humo el vacío que siempre ha llenado nuestros cuerpos. Pero no puedo. Y es esta incapacidad la que me está matando, este fracaso recurrente que no logro exorcizar. Y quisiera saber si todo lo que fue y, especialmente, todo lo que no será también te está matando lentamente cada día o si, por el contrario, yazco anestesiada en tu neurona más próxima a morir. Pero hace tanto tiempo que no hablamos, que no nos vemos, que nadie nos pregunta por el otro... Te imagino, a veces, tan torturado como cuando nos conocimos; casi siempre, feliz, ahora que, por fin, has conseguido despegar mi sombra de tu cuerpo. Sueño tu sonrisa, límpida, radiante, desintoxicada de mi sempiterna tristeza vespertina. Me miro en el espejo y sigues ahí, quitándole importancia a las ojeras que afean mi reflejo, escondiéndome el maquillaje, por juzgarlo innecesario. Nunca te hice caso entonces, pero hace meses que ninguna brocha colorea mi cara. No sé si ya no necesito ocultarme o si es que finalmente he comprendido que, por más que me exponga, nadie sabrá verme realmente (ni siquiera tú, que tanto atisbaste, sin ser capaz de digerirlo). Y juguetean mis dedos con el aire que rozaste, tratando de asirte en el vacío. Y contemplo la lluvia en los cristales, intentando prever la trayectoria de las lágrimas que no resbalaron por nuestras mejillas, que se nos atascaron para siempre en el silencio de aquella fría tarde de domingo. "No saldrá bien, pero qué importa", deberías haber dicho. "Prefiero equivocarme contigo que acertar con cualquier otro", te habría contestado yo. Ninguno de los dos abrió la boca, seguramente porque era demasiado cierto como para convertirlo en realidad. O, tal vez... Tal vez sea otra la respuesta.
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