El amor se asomó al balcón, contempló el gris del cielo y se tiró, se arrojó a la nada, se suicidó. Ella lo empujó y él lo agarró, pero pesaba demasiado y se escurrió, se pulverizó, falleció. El peso de los años era demasiado grande. Ya nadie muere para conservar una reliquia. Renovarse o morir. Hacer que muera para poder vivir. No es difícil. Clavar el puñal y huir. O, mejor, empujar y ver morir. Es cierto. No quería ser feliz.
2 comentarios:
¿Acaso quedan reliquias todavía? ¿Acaso sobrevivió la felicidad?
La felicidad nunca ha muerto, pero lleva demasiados siglos agonizando.
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