A veces confundo tu cara con la cara de esos desconocidos que corren por el metro. Sé que es absurdo. Tú nunca corres, ni siquiera para evitar perder el último tren del día. Prefieres caminar despacio, contemplando pausadamente la aceleración del mundo. Dices que nada que vaya tan deprisa puede ser eterno. Por eso te paras y esperas a que la Gloria tropiece contigo. Por eso hace tanto tiempo que no nos vemos. Yo también corro demasiado. Ése es el motivo por el que confundo tu cara con la cara de esos desconocidos. Sus difuminados rasgos podrían ser los tuyos y, sin embargo, sé que no lo son. Debería pararme y esperar a que choques conmigo. Pero no tengo tiempo. No puedo dejar escapar este metro. El siguiente tardará cinco minutos. Acelero el paso y llego a tiempo. Me subo en un vagón atestado y, al cerrarse las puertas y arrancar, me parece ver tu cara en el último banco del andén. ¿Por qué no ralenticé el paso? Hay trenes que es mejor perder.
1 comentario:
vivimos en un mundo de prisas, donde lo importante es montarse en todos los trenes, cuando a veces, lo mejor es quedarse...perder un tren como forma de ganar otras cosas
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