Cuento las heridas de mis brazos. Demasiados golpes. Sólo un tortazo. Hiervo agua para un té. A última hora, decido teñirla de café. Dormir sin ti no merece la pena. No descanso. Nunca sueño. Mejor permanecer despierta y escribir acerca de todo esto que me gustaría no sentir, de las caídas que sufrí, de los huesos fracturados que logré unir, de los cardenales amoratados que recopilé por ti. No malinterpretes lo que digo. Aunque no se vean las marcas, mis poros sangran.
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