Si volviera atrás me gustaría poder decir que haría las cosas de otra manera, que enmendaría o, al menos, trataría de enmendar los errores cometidos, pero no es cierto. Soy lo que soy gracias a todas y cada una de mis equivocaciones y, por más que diga lo contrario, en el fondo, no querría ser de ninguna otra manera. En mi mente revivo el pasado, analizando las piedras con las que tropecé, adivinando la estrategia adecuada para evitar las caídas que me desollaron las rodillas; pero jamás asumiría las catastróficas consecuencias que podrían derivarse de evitar alguna de esas heridas. No me arrepiento de nada, por más que aún me escueza el recuerdo de algunas espinas. Sólo repaso los años ya vividos para obtener lecciones que me ayuden a afrontar un futuro que siempre me parece incierto, ahora más que nunca. Crees que todo sería distinto si tuviéramos otra oportunidad, sin comprender que, por más que nos empeñemos, algunas personas siempre seremos fieles a nosotros mismos, eternamente constreñidos por nuestra larga lista de defectos y virtudes. No puedo, pero, sobre todo, no quiero modificar lo que yace a mis espaldas. Hay que enterrar a los muertos, pero extirparlos de nuestra mente no nos ayudará a seguir viviendo.
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