Eres una Virgen Dolorosa, por cuyas níveas mejillas esquían ríos de sangre derramada inútilmente. Ellos no merecían tus esfuerzos, mucho menos tu incontrolada pena nacarada. Mírate. Tantos pasos malgastados en busca de un destino que siempre te resulta esquivo. Tú sólo sabes abrirte camino entre la espesura de las noches sin luna. Son tus ojos, anegados en lágrimas, dos estrellas que refulgen con luz propia. No dejes que te roben el cristal que protege tus sueños de medianoche. Cuando el reloj se detenga, tu corazón seguirá marcando el ritmo del vals de los fantasmas. ¿Oyes cómo arrastran sus cadenas? Tu soledad es sólo una sábana que cubre la vela de tu cuerpo desnudo. Destápate. Ellos ya no pueden hacerte daño. Tu dolor es un torrente de hielo enfebrecido. Deja que patinen sus mentiras, trazando sinuosos surcos sobre tu piel. Cuando se rasgue tu carne serán ellos quienes se ahoguen dentro de ti.
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