jueves, 8 de septiembre de 2011

Gina

Sentada en la sala de espera, Gina comienza a dudar de su decisión inicial. Está claro que no es Pamela Anderson, pero nunca ha pretendido serlo. Tampoco es Keira knightley, a Dios gracias. Y, sin embargo, todas las revistas la incitan a aumentar su pecho una talla para alcanzar las proporciones perfectas. La televisión llega a sugerir que sean dos las tallas incrementadas. Sus amigas ya han dado el paso. Todas defienden que, en la actualidad, el mejor amigo de una mujer no son los diamantes, sino la silicona. Puede que tengan razón. Al fin y al cabo la silicona te ayuda a pescar a alguien capaz de proporcionarte todos los diamantes que quieras. Sí, es necesario que dé el paso. Se trata de una inversión en autoestima, carisma y poder de atracción. Sí, es justo lo que necesita en este momento de su vida y puede obtenerlo a un precio más que económico. Una enfermera de la clínica la llama por megafonía, anunciando que, finalmente, ha llegado su turno. Lentamente se levanta y camina hacia la consulta 17. Se trata sólo de una primera toma de contacto. Viene a pedir información, no a contratar ya la operación. Y aún así es incapaz de abrir la puerta. Sigilosamente, tratando de pasar desapercibida, se desliza como un reptil hacia la salida. Ya en el ascensor se toca las tetas y piensa en la mastectomía de su madre. Sí, debería ser un crimen que un bisturí abra un pecho si no es para extirpar un cáncer.

1 comentario:

maria jose perez dijo...

dios
dios
un crimen